7 juillet 1984
La Sainte Vierge: Que personne, Ma fille,
ne t'enlève la paix; personne. Pense que ton chemin est court; mais
durant ce court trajet qu'il te reste à parcourir, tu dois aider
au salut de beaucoup d'âmes. Les mondains te haïssent,
Ma fille, parce que tu n'es pas du monde. ils haïssaient Mon Fils
parce qu'il annonçait la Doctrine du Christ. Ils te haïssent,
Ma fille, parce qu'ils mènent le monde et s'introduisent dans les
plaisirs du monde pour en profiter.
Tu sais combien il est méritoire
d'aimer ses ennemis, Ma fille, mais que personne ne s'interpose sur ton
chemin, t'empêchant de sauver une âme. Va de l'avant, Ma fille,
va de l'avant avec la Croix. La Croix du Christ est très pesante;
mais c'est l'unique manière de pouvoir parvenir à la Gloire.
Celui qui prend la Croix et suit le Christ, peut atteindre la Gloire. Et
bienheureux ceux qui sont calomniés car ils gagnent un degré
supplémentaire dans leur marche vers le ciel. Combien, combien parmi
ceux qui sont ici présents, n'ont pas récité un seul
Ave Maria au cours de leur vie, Ma fille ! Prie pour eux ; prie pour qu'ils
se convertissent. Qu'ils pensent qu'ils ont une âme et que leur corps
ne servira pas même de fumier. Et toi, Ma fille, avec le silence...
le silence est très grand; -- c'est une grande vertu que de pouvoir
se taire quand on te calnie. ils traitaient Mon Fils de "possédé
du démon ", de " vagabond ",
La Sainte Vierge: Vois comme on arrive
toujours à la fin, Ma fille! il ne te manque plus que cette distance.
Si tu la parcours, Ma fille, tu obtiendras la gloire éternelle,
pour toute 1'éternité ; de même la damnation est éternelle.
Amparo: Bon; mais peu m'importe.
Moi, je les aime tous. Ah ! Toi aussi... Vas-Tu bénir les objets?...
MENSAJE DEL DÍA 7 DE JULIO DE 1984,
PRIMER SÁBADO DE MES,
LA VIRGEN: Que nadie, hija mía, te quite la paz; nadie. Piensa que tu camino es corto; pero este poco camino que te queda tienes que ayudar a salvar muchas almas. Te aborrecen los del mundo, hija mía, porque no eres del mundo. A mi Hijo le aborrecían por ir publicando la doctrina de Cristo. Por eso te aborrecen, hija mía, los del mundo; lo llevan ellos mismos y se meten en los placeres del mundo para disfrutarlos. Piensan también que tú no puedes escogerse por Cristo[1]. Si Cristo te ha escogido entre ellos, no es ni por santa ni por buena, hija mía; fue por gran pecadora, porque los grandes santos fueron los grandes pecadores, hija mía. Por eso te persiguen, hija mía, porque las cosas de Cristo hacen mucho “mal” a la Humanidad[2]. Tienes que ser humilde, hija mía, y aceptar todo lo que yo te mande. Dichosos aquéllos que son calumniados por el nombre de Cristo, hija mía. Tú, hija mía, tienes que guardar silencio, aunque te calumnien y aunque te llamen bruja, hija mía. Tú que has visto, de paso en paso, la Pasión de Cristo y has visto que en ningún momento sus labios se abrieron para protestar; sólo se abrieron, hija mía, para pedir perdón al Padre Eterno por ellos. Dichoso aquél que sea calumniado por nuestros nombres, hija mía, porque ellos entrarán en el Reino del Cielo. Piensa que a mi Hijo le calumniaron y no es más el siervo que el Maestro. Con sacrificio, hija mía, y con humildad vencerás al enemigo. El enemigo quiere quitarte la paz, para destruir la Obra de Dios. Pide, hija mía, pide... (palabras en lengua extraña), porque ahí tienes tu prueba, hija mía, en tu propia... (de nuevo habla en lengua extraña). Ya sabes que amar a tus enemigos es muy grande, hija mía, pero que nadie se interponga en tu camino para salvar un alma. Sigue adelante, hija mía, sigue adelante con la Cruz. Es muy pesada la Cruz de Cristo, hija mía; pero es de la única forma en que se puede conseguir la Gloria. El que coge la cruz y sigue a Cristo, ése puede alcanzar la Gloria. ¡Y bienaventurados los que son calumniados, porque ellos tendrán un eslabón más para subir al Cielo! ¡Cuántos, cuántos, hija mía, cuántos hay aquí presentes que en su vida han rezado ni un avemaría, hija mía! Pide por ellos; pide que se conviertan. Que piensen que tienen un alma y que el cuerpo no les va a servir ni para estiércol. Y tú, hija mía, con el silencio..., el silencio es muy grande; tiene una gran virtud el poderse callar cuando te calumnian. Porque a mi Hijo le llamaban “el endemoniado”, “el vagabundo”, porque iba de pueblo en pueblo publicando el Evangelio. Los humanos son crueles, hija mía; se llaman humanos, pero son muy poco humanos, hija mía. Besa el suelo,
hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo...
Por todos los pecadores del mundo, hija mía. Pide por esas almas
que rechazan mis gracias —¡pobres almas!—; piensan que el tiempo
está lejos; y el tiempo se aproxima y no cambian, hija mía.
No asusto a la Humanidad, sólo aviso para que se conviertan. Hijos
míos: sacrificio y penitencia. Vas a besar el suelo por las almas
consagradas; pero antes, hija mía, vas a beber unas gotas del cáliz
del dolor... Está muy amargo, hija mía. Es lo último
que queda del cáliz del dolor; sólo quedan unas gotas, hija
mía. Estad preparados, hijos míos, que cuando el cáliz
se acabe, se levantará nación contra nación y habrá
grandes castigos que azotarán a la Humanidad. Estad alerta, hijos
míos; no creáis que vuestra Madre os quiere asustar; os doy
avisos para que os convirtáis, hijos míos. Y tú, hija
mía, sé humilde, que el camino está corto para llegar
al Cielo, si eres fuerte para poder llegar este trozo de camino.
LUZ AMPARO: ¡Ay...!
¡Ay, qué poco!
LA VIRGEN: ¿Ves cómo siempre se llega al final, hija mía? Sólo te falta este trecho. Si lo pasas, hija mía, conseguirás recibir la gloria eterna para toda la eternidad; como la condenación es para toda la eternidad. Confesad vuestras culpas, hijos míos; poneos a bien con Dios, que el tiempo se aproxima y vuestras almas están en pecado. Tú, hija mía, sigue haciendo sacrificio y penitencia... (Luz Amparo se lamenta durante unos instantes entre lágrimas). Esto será terrible, hija mía; serán derrumbados por artefactos atómicos. Pide mucho, hija mía, para que se conviertan muchas almas para, cuando llegue este momento, estén a la derecha del Padre. Dios es misericordioso y lleno de amor; pero pensad que es juez y todos los jueces darán su sentencia al reo. Pero este juez es muy severo. Tú, hija mía, coge la cruz y sigue a Cristo, pero cuida este camino que te queda; es poco, hija mía, pero muy lleno de espinas. No creáis, hijos míos, que todos los que estáis disfrutando de los placeres del mundo vais a conseguir subir al Cielo a disfrutar también de la Gloria. Hay que imitar a Cristo para llegar al Cielo, y seguir los Evangelios, sus Santos Evangelios. Y todos aquéllos
que tengáis dos túnicas: repartid una a vuestro hermano,
hijos míos; que Cristo iba de pueblo en pueblo sin túnica
de repuesto.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay...! (Se queja con profunda pena. Palabras ininteligibles). ¡Ay...!
LA VIRGEN: Este tormento
es el que sentirán los cuerpos ese día tan terrible.
LUZ AMPARO: ¡Ay...,
Dios mío, perdónalos!; aunque se rían, pero no los...
¡pobrecitos! Madre mía, Tú que eres tan buena, perdónalos
a todos.
LA VIRGEN: Todos aquéllos
que cumplan con los diez mandamientos de la Ley de Dios, se salvarán,
hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay! Pero
muchos es que no lo saben.
LA VIRGEN: No condeno a los
ignorantes, hija mía, sino a los que me conocen y me desprecian.
LUZ AMPARO: ¡Perdónalos!
¡Ay!, yo, si quieres, el tiempo que me queda, hago lo que sea; pero
Tú perdona a todos los que hay aquí, ¿eh? Dales una
gracia para que se confiesen.
LA VIRGEN: Muchos rechazan
mi gracia; hija mía.
LUZ AMPARO: Pero, ¡pobrecitos!...
(Palabra ininteligible). Séllalos a todos y, así, les das
la gracia. ¡Anda! Sella a los que no están sellados. ¡Anda,
Madre mía! Hazlo, Tú que eres tan buena, séllalos.
¡Ay, ay, ay!, está el ángel con el sello, ¡ay!
Los va a sellar a todos... ¡Ay!
LA VIRGEN: Muchos sentirán
en su frente la marca.
LUZ AMPARO: ¡Ay...! ¡Ay, ay, qué alegría! ¡Ay! ¡Ay, sella a éste que está en medio!... ¡Ah...! ¡Ay, gracias, Madre, gracias! Y al que no quiera salvarse...; pero Tú los has sellado a todos. ¡Ay, qué alegría! ¡Ay...! Voy a besar el suelo, porque de la alegría que me da... ¡Ay, Madre!... ¡Ah, qué feliz soy! ¡Ay!, aunque no quieran recibir tu gracia, pero están sellados. ¡Ay! ¡Ay!
Gracias, Madre mía. ¡Gracias! A los de detrás también
los he visto. ¡Ay, qué alegría! ¡Ay, Madre!,
ayúdanos a ser buenos. ¡Ay!, porque Tú no sabes lo
duro que es estar aquí. Aunque quiera ser buena, no puede ser. ¡Ay,
Madre! ¡Ay! Déjame que te toque el pie; ¡ay!, sólo
un poquito. ¡Ay...! ¡Ay, gracias, gracias, Madre mía!
Y los que se ríen, pues perdónalos también. ¡Ay!,
yo los quiero a todos.
LA VIRGEN: Hija mía,
el hablar de Cristo...; hay muchos enemigos.
LUZ AMPARO: Bueno, pero no
importa; yo los quiero a todos. ¡Ay!, Tú también. ¡Ay!,
¿vas a bendecir los objetos? ¡Ay!
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos... Todos han sido bendecidos. Hija mía:
sé humilde, y silencio te pido, hija mía. El silencio es
muy importante.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pues
ya me voy a callar para todo. ¡Ah...! ¡Ay!, danos la bendición.
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Expresión confusa; es como decir: “Piensan también que tú no puedes ser escogida por Cristo”. [2] En el sentido de que Cristo es signo
de contradicción y su doctrina pone en evidencia los pecados de
la Humanidad.
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8 juillet 1984
Amparo: (Une fois tombée en
extase, elle récite lentement le Rosaire jusqu'à ce qu'elle
entame un dialogue avec la Vierge).
MENSAJE DEL DÍA 8 DE JULIO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LUZ AMPARO: (Una vez que parece entrar en éxtasis, recita pausadamente el Rosario hasta que entabla el siguiente diálogo con la Virgen). ¡Ay!, te gusta la “Santa María”, la “Dios te salve, María”... (Sigue rezando). Por cada misterio
se besará el suelo. ¡Ay, qué alegría! ¡Ay!,
voy a pedirte por toda la gente. ¡Ah!, ¿no se dice “gente”?
¿Cómo se dice?
LA VIRGEN: Por todos los
humanos.
LUZ AMPARO: Pues, por todos los humanos. Voy a pedirte, que ya falta poquito, ¿eh?, para que los perdones. ¿Los vas a perdonar a todos? ¡Ay!, yo te lo digo, pero no se entera ninguno. Si Tú lo dices..., pero yo no lo diré a nadie... Bueno, si los perdonas, pero que ellos se conviertan, porque no los vas a perdonar y van a seguir pecando. Si los perdonas, es para seguir a Cristo, ¿eh? ¡Ay!, si eres tan grande, Madre mía, ponles el sello a los que no se lo has puesto, porque si corre prisa que estén sellados, aunque no crean, luego Tú les das una luz para que crean, ¿eh? ¡Ay! ¡Ay!, te pido por ellos. ¡Ay, ay!, ¿ése es el sello? ¿Ya me vas a sellar?... ¡Ay, qué
grande eres! ¡Ay, qué grande, Madre mía! Y que se rían
de Ti... con todas las gracias que estás dando. Yo quisiera que
todos se convirtieran..., y que no se rieran de Ti. ¡Ay!, pero muchos,
muchos no quieren, ¿eh? ¡Ay! A mí me da mucha pena
de sus almas. ¡Ay...!
LA VIRGEN: Porque muchos
de los humanos son crueles y desprecian la gracia divina de Cristo.
LUZ AMPARO: Pero, ayúdales Tú, que Tú puedes. Yo te lo he pedido tantas veces. Y te pido por toda mi casa también, por todos mis hijos... Por todos. ¡Ay, Madre!, hasta por el pequeño también, ¿sabes? Porque ¡qué alegría!, tener un cristiano más entre toda la Humanidad. Porque te prometo que se lo dejaré dicho a mis hijos: que lo críen en el santo temor de Dios, si yo no vivo. Pero lo diré que se lo críen, y que crean en Ti y en tu Hijo. Y si Tú me llevas antes, yo, ¿me dejarás que pida por ellos, verdad? Por todos. Porque hay uno que no quiere. El pequeño es el que no quiere saber... Yo te ofrezco mi vida por él. ¡Concédemelo, Madre mía! Y que se convierta. Si es bueno, ¿sabes?, pero no quiere saber nada de Ti... Y es muy bueno. Lo pido, Madre mía, por mis hijos, por todos, ¿eh? Y si me llevas antes, permíteme que ruegue por ellos donde esté; pero me tienes que llevar a un sitio bueno, ¿eh? Porque como dices que todavía no sé si estoy salvada; llévame donde pueda pedir por ellos. ¡Por todos! ¡Por todos los de mi casa!, pero te pido más por ése, ¿eh? Tú ya sabes los años que tiene, ¿no? Y sabes también el que es: Jesús, ¿eh?; como tu Hijo, ¿sabes? Se llama como tu Hijo, pero no se parece en nada. Yo te doy la vida para que Tú lo conviertas. Yo no quiero que se condene. Tú, que eres Madre, lo sabes, Madre mía; Tú lo sabes, que eres Madre de Cristo y sufriste mucho también por Él; no porque fuese malo pero, ¡cuánto sufriste por tu Hijo! Pues yo soy madre y te lo pido. Haz lo que quieras conmigo, pero a él conviértele. Llévame cuanto antes; si quieres mi vida a cambio de la de él. Pero de lo de... (palabras ininteligibles) de la conversión de él. ¡Madre mía, te lo pido! Yo ya sé que soy muy pecadora; pero quiero darte mi vida por la de mi hijo. Concédeme lo que te pido, Madre. Yo no quiero que se condene. Yo, cuando quieras, estoy dispuesta, ¿eh?, a que me lleves. Y si desde arriba o donde me lleves, puedo pedir por él... Lo dejo en tus manos, Madre mía; y Tú, que eres Madre, concédemelo también a mí. Te tenía
que pedir tantas cosas, ¡Madre mía! Pero ya te las diré
a Ti a solas, cuando no estén ésos ahí, ¿eh?
LA VIRGEN: Éstos son
espíritus celestes.
LUZ AMPARO: ¡Ah!, entonces puedes Tú... Hazlo delante de ellos. No te pido me lo prometas, porque soy muy soberbia. Sí te pido que me prometas que me llevas a cambio de la conversión de mi hijo. Prométemelo. Delante de los ángeles, también te lo pido. Ellos no sé si podrán hacer algo, pero se lo pido a ellos también, para que pidan a tu Hijo. Aquí, aquí
se está muy bien aquí, ¿sabes? No creas que es porque
se está bien por lo que quiero que me cambies la vida por la conversión
de mi hijo; no es por eso; es porque quiero que sea bueno... Todos son
buenos, ¿sabes? Pero ese pobrecito... El enemigo es tan malo...
Se está aprovechando de él para hacerme a mí sufrir.
Y Tú no sabes cómo sufro. Tú sufriste por tu Hijo;
pero yo estoy sufriendo mucho. Si me lo dejas para sufrir, que se haga
tu voluntad; pero que no quiero que se condene, ¿eh? ¡Ay,
ay, Madre mía!, perdóname por ser tan egoísta como
soy. ¡Qué soberbia soy! Pero Tú dices que, cuando una
madre es buena, cuando ve a su hijo en el precipicio, que le avisa para
que no caiga; pues yo te pido por él: Madre, que no caiga por el
precipicio. Te lo digo otra vez: te cambio mi vida por su conversión.
Cuando quieras, te espero, ¡Madre mía!, para que hagas el
cambio.
LA VIRGEN: Pide eso a santa
Mónica. ¡Lo que sufrió por su hijo! Y es el gran santo
que hay en el Cielo. ¡Un gran santo, hija mía!
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pero
yo no soy santa Mónica.
LA VIRGEN: Sus ojos se hundieron
de tanto llorar por su hijo.
LUZ AMPARO: Yo también
lloro mucho por él; pero ¡nada!; aunque lloro, no me hace
caso. ¡Quítale esas amistades, Madre mía! Yo te pido
por los otros, también; pero yo no quiero que se junte con ellos.
Y te pido por ellos, ¡pobrecitos! ¡Madre mía, qué
grande eres! ¡Ay! ¿Cuándo podré yo conseguir
estar aquí?
LA VIRGEN: Te he dicho que
tu camino es muy corto, pero tu trayecto está lleno de abrojos y
de espinas.
LUZ AMPARO: Bueno, pero si
me ayudas... Es por él. Llévame deprisa, ¿eh? ¡Ay,
Madre, ayyy! ¡Cuánto te quiero, Madre mía! Y a tu Hijo
también. ¡Ay!, os he conocido muy tarde, pero os quiero ¡tanto!...
LA VIRGEN: Nosotros también
te queremos, hija mía. Refúgiate sobre nuestros Corazones,
cuando esa tristeza te invada; porque nosotros no te vamos a fallar, hija
mía. Todos los seres humanos fallan; pero nosotros nunca fallaremos.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay!,
pues yo no quiero fallarte a Ti tampoco. Ayúdame. Y además
también te digo que ¿por qué vienes tantas veces y
bajas abajo? ¿Por qué?
LA VIRGEN: Porque quiero
salvar a las almas, hija mía; pero las almas no quieren salvarse.
LUZ AMPARO: Bueno, pues entre Tú y yo, y tu Hijo, las vamos a salvar, ¿verdad que sí? Muchas vamos a salvar. Dame más, más sacrificio, y te prometo que te ayudaré a salvarlas; aunque muchas se creen que no existís; pero Tú tienes que ayudarles. ¡Ay!, Madre
mía. ¡Ay!, mi corazón... ¡Ah!, lo que siente.
¡Ay!, dame que bese tu pie; sólo el dedo... ¡Ay! ¡Ay,
Madre mía! ¡Ayyy! ¡Ay! Has sellado a todos, ¿verdad?
¡Ay!, gracias; ¡ay!, gracias, Madre mía. No sabes cuánto
te quiero. A mí me mandas para abajo. ¡Ay!, allí sí
hay, no hay más que sufrimiento. ¡Ay!, Tú no sabes
lo que hay allí abajo.
LA VIRGEN: La santificación,
hija mía. Se santifica entre los humanos.
LUZ AMPARO: Bueno, lo que
Tú quieras. ¡Ay! ¡Ay!, Madre. ¡Ay! Bueno, ¿hoy
Tú vas a bendecirnos? ¡Ay!, qué pronto has venido.
¡Ay...! ¡Ay, Madre!
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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14 juillet 1984
La Sainte Vierge: Mon message sera très
bref, Ma fille. Je t'ai dit que les messages allaient prendre fin, parce
que J'ai tout dit :
comme le coupable que l'on cherche pour
le conduire à la mort:
Amparo: Moi... je ne peux pas, seule
je n'ai pas pu. Comment faut-il faire?
Maintenant Je vous donne un conseil, Mes
enfants: approchez- vous du Sacrement de l'Eucharistie. Confessez vos péchés
et met- tez-vous en grâce avec Dieu. Aimez votre prochain, car si
vous n'aimez pas le prochain, vous n'aimez pas Dieu. Que l'on vienne du
monde entier réciter le Saint Rosaire. Combien seront bénits
et il y en a beaucoup qui seront marqués du sceau, Ma fille !
MENSAJE DEL DÍA 14 DE JULIO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Mi mensaje, hija mía, será muy corto. Te dije que se estaban acabando, porque todo lo tengo dicho: sacrificio y penitencia, hijos míos, acompañado de la humildad y de la caridad. Amad a vuestro prójimo. Si no amáis a vuestros semejantes, no digáis que amáis a Dios, hijos míos. Los mandamientos que instituyó Dios se encerraban en uno solo, hija mía: “Amarás a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo”. Todo aquél que cumpla con estos mandamientos, recibirá la gloria eterna, hijos míos. Mis mensajes se acaban, pero mis visiones no se acabarán, hijos míos, hasta que no cumplan lo que yo pido. Pido, hijos míos —os lo he repetido muchas veces—, que en este lugar se haga una capilla en honor a mi nombre; que vengan a meditar de todas las partes del mundo la Pasión de Cristo, que está olvidada, hijos míos. También pido que se haga un sagrario y esté de día y de noche, para que podáis acompañar a Cristo, hijos míos. ¡Cuántas veces he pedido que hagan esta Capilla, hijos míos! En este lugar
hace años me manifesté, pero no escucharon mis mensajes,
hija mía. ¿Sabes?, fue este lugar sagrado hace años,
pero... (Habla unas palabras en lengua extraña).
LUZ AMPARO: ¿Por qué no la dejaron aquí? ¿A dónde la llevaron?... (Parece recibir una respuesta breve en lengua extraña). ¡Ah, ay!;
pero yo no lo puedo decir. ¿Le pertenece a este lugar? ¿Bajo
otra advocación?
LA VIRGEN: Fue bajo esta misma advocación, hija mía. Ellos añadieron la otra advocación. Es lo mismo “la Virgen de Gracia” que “la Virgen de los Dolores”, hija mía. ¡La misma! Cualquier advocación..., no hay nada más que una: la Virgen María, Madre de Dios. Haced sacrificio, hijos míos, y haced penitencia. Aquí presentes,
hijos míos, hay muchos que todavía no habéis querido
recibir la gracia divina de Dios.
LUZ AMPARO: ¡Los he
visto! Los he visto... Y sé de dónde son, lo sé[1].
LA VIRGEN: Tú, hija mía, sigue haciendo penitencia y sacrificio, y ofrécelo por tus enemigos... (Luz Amparo solloza). Que no tengas ningún enemigo, hija mía, aunque ese enemigo sea tu verdugo; pero no tengas enemigos, hija mía. ¿Ves cómo ellos tienen la poca delicadeza, hija mía, de presentarse en este lugar? Pero, perdónalos, hija mía, y pide por ellos. ¡Pobrecitos, hijos míos! Están tan necesitados de gracia y penitencia... ¡Qué astutos son, hija mía! Cuando caminan con tanta maldad, hijos míos, es como el reo, cuando lo buscan para ir a la muerte; se esconderá entre los matorrales, para que no lo encuentren, hija mía. Pues eso está sucediendo en este momento. Perdónalos, hija mía, perdona a tus enemigos como Cristo perdonó a los suyos en la Cruz. Sus palabras fueron: “Padre mío, perdónalos, que no saben lo que se hacen”. Sí lo sabían, hija mía; pero Cristo pedía perdón por ellos. Humildad te pido, hija mía. Humildad y sacrificio. Pero no quieras matar tu cuerpo. Quiero cuerpos sanos; no quiero cuerpos enfermos para mi Obra, hija mía. Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... Esto te pido que hagas diariamente por tus enemigos, hija mía. También te pido... (Habla de nuevo en lengua desconocida). Mis mensajes se están acabando, hija mía. Te puedo decir que son los últimos, hija mía, pero penitencia y sacrificio; y mi presencia en este lugar seguirá hasta el fin... Que hagan lo que yo he pedido... Por eso os vuelvo a repetir, hijos míos: ¡id donde sea! Id al Obispo y pedidlo, pero ¡pedidlo, hijos míos! ¡No aguardéis más tiempo! Decidle que pide vuestra Madre una capilla para orar; que no os pide que seáis ladrones ni criminales, sino que seáis sacrificados por Cristo, hijos míos, que os sacrifiquéis por Él, como Él se sacrificó por vosotros. ¡Qué pena de almas, hija mía, esas almas que no quieren recibir la luz divina de Dios! El Castigo que se les aproxima, hija mía. Y no quiero asustaros, hijos míos; sólo vengo a avisaros. Ya sabéis
que medí el terreno. Quiero, hija mía, que el sagrario se
ponga a la puesta del Sol.
LUZ AMPARO: Yo no sé
qué es eso; pero “a la puesta...” no sé qué es.
LA VIRGEN: Mi mensaje está
escrito, hija mía; y lo escrito, escrito está, como dijo
Pilato. Quiero la Capilla, hijos míos; la Capilla para meditar.
Uníos todos, e id a pedir lo que pide vuestra Madre.
LUZ AMPARO: Yo, yo no puedo...
Yo no he podido sola; y ¿cómo se puede hacer?
LA VIRGEN: Yendo directamente.
Ya te lo he dicho un montón de veces.
LUZ AMPARO: ¿Un montón?
Sí, cuatro veces.
LA VIRGEN: Muchas veces,
hija mía. Ya hace años que te lo dije que fueses a hablar
con el Obispo.
LUZ AMPARO: Y ¿cómo
voy, si no quiere que me vaya yo allí? A ver, ¿cómo
voy a ir?
LA VIRGEN: Hay muchas personas
que pueden por mediación hacerlo, hija mía; pero que no se
acobarden, que sean fuertes, y que hagan lo que pide vuestra Madre, hijos
míos. Y que el Santo Sacramento esté de día y de noche
expuesto para todo el que quiera venir a orar a este lugar; pero que Cristo
no esté nunca solo, hija mía. Porque, ¡pobre, mi Hijo!
Oís la Misa, hijos míos, y os marcháis, y Él
se queda triste y solo, entre esa piedra fría, esperándoos
para que vayáis a visitarle.
LUZ AMPARO.: ¡Ayúdanos
Tú!, y lo podremos hacer. A ver, ¿qué dicen?... ¡Ay!
LA VIRGEN: Ya te he dicho que hay personas que pueden hacerlo; por mediación de esas personas, hija mía, pido una capilla. No pido una sala de divertirse, ni una discoteca; pido una capilla. Si pidiese una discoteca, ya estaría hecha, hija mía; pero, como pido una capilla, ¡cuánto cuesta, hija mía! Hija mía, seguirás viendo mi presencia; pero mis mensajes ya los he dicho; desde el primero hasta el final se cumplirán, hija mía. Ahora os aconsejo,
hijos míos: acercaos al sacramento de la Eucaristía, confesad
vuestras culpas y poneos a bien con Dios. Amad a vuestro prójimo,
hijos míos, que si no amáis al prójimo, no amáis
a Dios. Que vengan de todos los lugares del mundo a rezar el santo Rosario.
¡Cuántos serán bendecidos y muchos sellados, hija mía!
LUZ AMPARO: Pero, no te vayas
y no me dejes así sola. Quiero que vengas, que vengas más
veces.
LA VIRGEN: Tus ojos no dejarán
de ver mi presencia, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay! Eso
es lo que yo quiero: que vengas, así me das fuerza para seguir,
porque ya sabes dónde estoy.
LA VIRGEN: Sí, hija
mía; la Humanidad es cruel.
LUZ AMPARO : Se ríen
de mí y me llaman bruja y dicen que es el demonio.
LA VIRGEN: Ya te he dicho que el demonio destruye, no construye, hija mía. ¿Sabes dónde está el demonio, hija mía? En las discotecas y en las salas de fiesta, porque, ¡cuánto dinero derrochan en esas salas, habiendo tanta necesidad y tantas almas que lo necesitan, hija mía! Tendrán que dar cuenta a Dios de todo ese derroche, hija mía. Pero ¡bienaventurado todo aquél que ha adquirido riquezas y las distribuye con los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos también! No sólo de los pobres, sino de los ricos que adquieren riquezas y las reparten con los pobres. Besa el suelo otra vez, hija mía, por las almas consagradas... Lo último que os pido, hijos míos: sacrificio y penitencia. Sin sacrificio no os salvaréis. Seguid a Cristo. Cuando andaba en la Tierra, sólo llevaba unas sandalias y una túnica; pero no llevaba otra de repuesto, hijos míos. Imitadle a Cristo. Imitad la humildad, la humildad de vuestra Madre, hijos míos. La humildad, la caridad... Porque yo quedé en la Tierra sola muchos años, para enseñaros y para dar testimonio de la Iglesia, hijos míos. Por eso soy Madre de la Iglesia. ¡Sacrificio acompañado de oración, hijos míos! Voy a bendecir los objetos, hijos míos. Otra gracia más, para que vuestra Madre no digáis que no derrama gracias sobre vosotros. Levantad todos los objetos... Todos han sido bendecidos, hijos míos. Os voy a bendecir, hijos míos. Y esta bendición os la daré alguna vez, hijos míos, aunque no haya mensaje; pero vuestra Madre os seguirá bendiciendo. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Se refiere a los “verdugos” que la
vejaron el 25 de mayo de 1983, según la aclaración siguiente
de la Virgen.
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15 juillet 1984
La Sainte Vierge: Mes enfants, Je vous
bénis comme le Père vous bénit, par l'intermédiaire
du Fils... le Père, le Fils et le Saint Esprit.
PENITENCE ET SACRIFICE.
MENSAJE DEL DÍA 15 DE JULIO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo... El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pide, hija mía, por los que no rezan nunca, ni tienen quien rece por ellos. Penitencia y sacrificio... Besa el suelo,
hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo...
Este acto de humildad sirve para la conversión de las almas, hija
mía.
Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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16 juillet 1984
La Sainte Vierge: Mes enfants, SACRIFICE
ET PENITENCE. Amparo: Aïe, Aïe. .. (Elle gémit quelques
instants). Cà me
MENSAJE DEL DÍA 16 DE JULIO DE 1984
LA VIRGEN: Hijos míos:
sacrificio y penitencia.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay...! (Se lamenta durante unos instantes). Me abrasa. ¡Ay, ay, ay...!
LA VIRGEN: Con vuestro sacrificio y con vuestra penitencia, mirad las almas que salen a gozar de las moradas celestiales... Mi imagen está
reflejada en el Sol. Mirad qué colores más maravillosos,
hijos míos: azul, rosa, amarillo... (Se escucha un murmullo entre
los presentes). ¡Qué maravilla, hijos míos! Decid lo
que veáis; no seáis fariseos.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay, María...!
LA VIRGEN: Besa el suelo... ¡Qué rosa más maravilloso, hijos míos! Os voy a dar mi santa bendición. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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21 juillet 1984
La Sainte Vierge: Je viens seulement vous
répéter, Mes enfants: SACRIFICE, SACRIFICE ET PRIERE.
MENSAJE DEL DÍA 21 DE JULIO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Sólo vengo a repetiros, hijos míos: sacrificio, sacrificio y oración. Os voy a dar mi santa bendición. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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22 juillet 1984
La Sainte Vierge: Sacrifice, Mes enfants,
sacrifice et pénitence. Je vous le répète, jour après
jour.
MENSAJE DEL DÍA 22 DE JULIO DE 1984
LA VIRGEN: Sacrificio, hijos míos, sacrificio y penitencia. Os lo estoy repitiendo diariamente. Os voy a dar mi santa bendición: os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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29 juillet 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, aujourd'hui
Je vais te dire une parole de plus que celle que Je t'adresse le Samedi:
Moi, Je Me manifeste toutes les fois que Je veux, quand Je veux et personne,
aucun être humain, ne peut dire quand, où, et comment Je peux
Me manifester.
MENSAJE DEL DÍA 29 DE JULIO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía,
hoy te voy a decir una palabra más de lo corriente que te digo todos
los sábados: yo me manifiesto todas las veces que quiero, cuando
quiero, y nadie, ningún ser humano, puede decir cuándo, ni
dónde, ni cómo puedo manifestarme.
LUZ AMPARO: (Palabras ininteligibles
por el llanto)... Todos los días... ¡Ay!
LA VIRGEN: Como decía esa gran santa, hija mía, esa gran santa que fue santa Teresa: nada te turbe, ni nada te espante, hija mía... Voy a dar mi santa bendición a todos los aquí presentes. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo con el Espíritu Santo. No tengas miedo,
hija mía, a nadie; nadie puede matar tu alma. Te he dicho que podrán
matar tu cuerpo, pero tu alma nadie; y este mensaje es privado para ti,
sólo para ti, hija mía.
LUZ AMPARO: Ayúdame
Tú, ayúdame, yo no puedo sola, ayúdame Tú.
LA VIRGEN: Ya te he dicho,
hija mía, que en otros lugares han hecho desaparecer mi nombre;
pero en este lugar no harán desaparecer mi nombre. Si no me manifiesto
dentro, me manifestaré fuera, y no dejaré de manifestarme
hasta que cumplan con lo que yo he pedido, hija mía.
LUZ AMPARO: Pero Tú tienes que ayudarme, porque yo estoy sola y no puedo, yo no puedo más. Tú sabes que yo estoy muy enferma por la salvación de las almas. (Luz Amparo tiene una visión de Jesús Niño). ¡Ay...! ¡Déjame que abrace a ese Niño! ¡Déjame que lo abrace! ¡Ay, ay, ay...! (Se queja durante unos instantes con respiración fatigosa). ¡Ay, qué bonito eres...! ¡Qué bonito! ¡Sabes cuánto te quiero...! Aunque seas niño, te quiero mucho. Ayúdame Tú, que eres tan pequeño, porque Tú quieres las cosas pequeñas. ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay, Madre mía, cuánto te quiero! ¡Te quiero tanto que soy capaz de morir por las almas! Yo, yo también, yo también salvo a las almas, porque algunas ¡son más duras...! Tócales los corazones, para que se conviertan. ¡Ay, qué
grande eres!, pero sin tu ayuda, yo no soy nadie; no soy nada. ¡Ay,
qué hermosura! ¡Ay, qué hermosura! Yo quisiera en este
momento que me llevarás contigo; pero ¡no puede ser! ¡Ayúdame!
¿Qué hago yo? Yo quiero ser humilde, no quiero revelarme,
pero Tú ayúdame. ¡Ay, qué grande eres! ¡Ay!
Y Tú, Niño mío... ¡Ay, qué Niño!
¡Ay, qué Niño más lindo! ¡Ay, qué
hermosura! (Se dirige a la Virgen). ¡Tu Hijo!, Tú piensa en
tu Hijo, Él, que lo puede todo con la ayuda de Dios. ¿Me
prometes que me vas a ayudar, ¡Niño mío pequeño!?
¡Qué lindo eres! ¡Te quiero tanto! Qué ingrata
fui al no quererte antes. Ahora... ¡te quiero tanto! ¡Con toda
mi alma! Y a Ti, Madre mía, que eres la única Madre que he
tenido. Sobre la Tierra no he tenido madre; pero Tú no me has abandonado
nunca. ¡No me abandones ahora! Porque yo he querido aceptar esto,
pero con vuestra ayuda... ¡Ay, qué grande eres! ¿Ya
te vas? ¡Madre, no te vayas...! ¡Ay, que no...!
LA VIRGEN: Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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4 août 1984
La Sainte Vierge: En premier lieu, baise
le sol, Ma fille, pour le salut des âmes.
C'est pour toi, Ma fille, c'est privé.
Les Messages sont ter- minés... (Paroles dans une langue inconnue).
Tes souffrances, Ma fille, ont beaucoup de valeur. Vois les âmes.
La Sainte Vierge: Je suis grande parce que Je suis Mère de toute l'Humanité. Amparo: Ah ! Bénis les objets!
Pour ceux qui n'ont pas... Bénis-les moi. .. Tu rte les as pas bénis.
Accorde-le moi.
MENSAJE DEL DÍA 4 DE AGOSTO DE 1984, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Lo primero, besa el suelo, hija mía... Por la salvación de las almas. Vamos a glorificar a Dios: Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada día..., perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nues... No nos dejes caer en la tentación. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Es para ti privado,
hija mía; los mensajes han acabado... (palabras en idioma desconocido).
Tus sufrimientos, hija mía, tienen mucho valor. Mira las almas.
LUZ AMPARO: (Sollozando).
No puedo, no. No puedo más. Ya sabes que no puedo más; haré
lo que Tú me pidas, aunque yo no puedo. Y algunas almas son ¡tan
crueles!...
LA VIRGEN: Ya te he dicho
en otras ocasiones, hija mía, que los humanos son crueles. Pero
hay que salvarlos a costa de sufrimientos y de penitencias, hija mía.
No eres tú solamente. Las almas que coge Cristo son para sufrir,
hija mía. No eres tú sola, hay muchas almas víctimas.
LUZ AMPARO: ¡Ayúdame!
No puedo...
LA VIRGEN: Nunca digas: “No
puedo más”, porque Cristo no te dará más de lo que
puedes.
LUZ AMPARO: Es muy duro...,
es duro seguir a Cristo.
LA VIRGEN: Tienes que cargar
con la cruz que tú aceptaste, hija mía, y seguir adelante.
LUZ AMPARO: ¡Hay pruebas
tan duras!... Yo sufro por las almas; pero las almas que son, como Tú
has dicho, tan crueles, no quieren salvarse.
LA VIRGEN: Con el sacrificio
y con la penitencia y la oración salvarás muchas almas, hija
mía. Y no estés triste; ya te hemos dicho mi Hijo y yo que
te refugies en nuestros Corazones, y te consolaremos. Pero nunca reniegues
de lo que has aceptado, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, yo
no reniego. ¡Pero, a veces, es tan duro!
LA VIRGEN: No creas que ganar
el Cielo es fácil. Es a base de sufrimiento y de sacrificios.
LUZ AMPARO: Pero, ¿cuánto
tiempo?
LA VIRGEN: Ganar el Cielo
cuesta mucho tiempo, hija mía.
LUZ AMPARO: Bueno, pues ayúdame.
No me dejes tanto tiempo sola. Tú dices que me refugie en tu Corazón;
pero ¡hay veces que no te encuentro!
LA VIRGEN: Ésa ha sido la fe viva de los grandes santos. ¡Cuántas veces han buscado a Cristo y no lo han encontrado, hija mía! Es una prueba; cuando Jesús te deja sola, quiere probarte, hija mía, a ver cómo aceptas la prueba que Dios te manda. Te dije que en
cada misterio había que besar el suelo, hija mía. Es un acto
de humildad; y no te avergüences de humillarte besar el suelo. Cristo
lo besaba, y era el Hijo de Dios; no se avergonzaba porque lo hacía
por la salvación de las almas. Esto es para ti, hija mía:
quiero que seas fuerte, ¡fuerte!; y que nadie, ¡nadie! te confunda.
LUZ AMPARO: Yo soy... Estoy
muy mala y ¡no puedo!
LA VIRGEN: Tiene más
mérito todavía estar mala y ofrecerlo por la salvación
de las almas.
LUZ AMPARO: Pero ¡es
que no puedo! Ayúdame Tú, porque, si no me ayudas, yo no
sé hasta dónde voy a llegar.
LA VIRGEN: Si desde niña,
hija mía, te he protegido, ¿cómo voy a faltar ahora?
Esa protección no te puede faltar.
LUZ AMPARO: ¡Ay! ¡Ayúdame!
Déjame intentar, aunque sólo un poquito... ¡Qué
pies más bonitos tienes! ¡Qué hermosa eres! ¡Cada
día eres más guapa! ¡Ay, Madre, qué hermosa
eres! Pero esta hermosura no es como las de la Tierra. ¡Es la luz
que tienes! ¡Ay...! Yo quiero ir pronto ahí contigo. Y voy
a pedir por todos éstos que no creen, ¡pobrecitos! ¡Que
no sepan que tienen un alma...! Déjame que te bese sólo la
punta del dedo... ¡Ay, qué grande...!
LA VIRGEN: Soy grande, porque
soy Madre de toda la Humanidad.
LUZ AMPARO: ¡Ay, bendícenos
los objetos! ¡Anda!, por aquéllos que no lo han... Bendícemelos...
Ni los has bendecido. Concédemelo.
LA VIRGEN: Levantad todos
los objetos... Todos han sido bendecidos.
LUZ AMPARO: Ahora la bendición...
Pero te pido una bendición especial para un niño. Tú
ya sabes quién es. ¡Es una bendición especial! Esta
bendición especial de la Cruz de tu Hijo y la tuya.
LA VIRGEN: Le bendigo como el Padre le bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Esta bendición es para todos: os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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5 août 1984
Bénédiction de la Vierge.
La Sainte Vierge: Ma fille, Je viens vous
donner Ma Sainte Bénédiction comme Je vous l'ai promis.
MENSAJE DEL DÍA 5 DE AGOSTO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, vengo a daros mi santa bendición, como os prometí. Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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9 août 1984
MESSAGE DU 9 AOUT 1984
LA SAINTE VIERGE
:
MENSAJE DEL DÍA 9 DE AGOSTO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Esta Obra es obra de Dios, hijos míos. Ningún hombre, ningún científico puede hacer esta Obra, hijos míos. Os voy a bendecir, porque hoy hay muchos en este lugar que no están bendecidos. Hijos míos, os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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11 août 1984
Bénédiction de la Vierge.
MENSAJE DEL DÍA 11 DE AGOSTO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, vengo a recordarte, como te dije, la oración y la penitencia; sacrificio, hija mía. Sin sacrificio no se alcanzará el Cielo. También voy a dar la gracia especial de bendecir todos los objetos. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos... Ahora, a todos los aquí presentes, voy a dar mi santa bendición. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hija mía. ¡Adiós!
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12 août 1984
La Sainte Vierge: Ne fais pas de confusion.
J'ai dit que Je ne donnerai plus d'avertissements pour l'Humanité;
mais à toi Je ne
Amparo: Ah, quelle merveille!
MENSAJE DEL DÍA 12 DE AGOSTO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: No te confundas, dije que no daría avisos para la Humanidad, pero no dejaría de darte avisos a ti, y de bendecir a todos aquéllos que vengan a este lugar. Serán bendecidos y muchos objetos de aquéllos que traen serán también bendecidos. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos... No te confundas, hija mía, y está atenta a mis palabras. Oración pido, oración y sacrificio. Sin oración y sin sacrificio no podéis alcanzar vuestra morada. Vas a besar el suelo, hija mía, en acto de humildad... Este acto de humildad sirve para la salvación de las almas. No tengáis miedo, hijos míos, de los avisos celestes; tened miedo al enemigo, porque el enemigo destruye; ya te lo he dicho, hija mía: destruye, pero no construye. Ese arco, que viste el otro día, hija mía, que estaba rodeado de todos los aquí presentes, veías que uno era cogido y otro era dejado y era metido en ese arco que tú veías. Por eso os digo que les digas, hija mía... Os digo yo que les digas que estén preparados. No tengáis miedo, hijos míos; si estáis preparados, ¿a quién podéis tener miedo? Pero, mira la
pobre alma que no cumple con los mandamientos de la Ley de Dios, mira,
hija mía, éste es otro castigo... Es terrible, hija mía;
pero todo el que llega a este lugar es porque quiere; pero mira este otro
lugar... ¡Qué maravilla!
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
maravilla!... Haz que todos lleguen a este lugar. ¡Ay, ampara...,
ampárales; son tus hijos! (La frase anterior es prácticamente
ininteligible). Haz que todos lo consigan, esto que es tan grande. No los
condenes, sálvalos a todos, aunque no crean; Tú, dales una
luz. No los condenes. ¡Ay!, qué grande es esto. ¡Ay...,
Madre mía, qué hermosa eres! ¡Ay!, ahora bendícenos
de la otra forma... ¿Jesús?
LA VIRGEN: Os bendigo como
el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
grande! Que miren la silueta Tuya que está en el Sol. ¡Ay,
qué grande! ¡Qué grande! ¡Ay...! ¡Qué
maravilla, es la cara de Jesús!
LA VIRGEN: Adiós,
hijos míos; mirad, estad atentos.
LUZ AMPARO: ¡Ay, hay
una maravilla!
LA VIRGEN: Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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15 août 1984
(Fête de l'Assomption de la Sainte
Vierge)
MENSAJE DEL DÍA 15 DE AGOSTO DE 1984, LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Vengo a consolarte, hija mía. ¡Cuántas veces te he dicho que “nada te turbe” y que “nada te espante”, como decía esa gran santa, Teresa de Jesús... La tristeza te invade, hija mía. No vale la pena el sufrimiento en tu persona sin el sufrimiento para la salvación de las almas. Los humanos son crueles, hija mía; hasta tu propia sangre te desprecia... Así, como tú dices, hija mía, te están matando poco a poco; pero la gloria no se da poco a poco, se da... (palabra ininteligible), hija mía. Ahora, hija mía,
consuelo... Vas a ver la Asunción, cómo me transportaron
los ángeles al Cielo. No estaba mi cuerpo muerto, estaba dormido;
me transportaron al Cielo después de estar en la Tierra. También
sufrí mucho, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay...!
¡Ay, rodeada de ángeles...! ¡Rodeada de ángeles!
¡Cómo te elevan...! ¡Ay, qué grande eres...!
¡Estás muerta! ¡Ay!
LA VIRGEN: Mi cuerpo no estaba muerto, hija mía. Te he dicho que todo, todo mi cuerpo estaba adormecido. Los ángeles me transportaron de esta manera al Cielo. Y tú, hija mía, si con tu sufrimiento..., pero el sufrimiento que más duele es el de los seres queridos, hija mía. Ofrécete como víctima por Cristo Jesús, y con tu sufrimiento alcanzarás este Cielo, hija mía, y estarás rodeada de ángeles... Todo tu cuerpo
se estremecerá, hija mía, cuando entres aquí.
LUZ AMPARO: ¡Ah, ah,
ah! ¡Ayúdame, ayúdame, ayúdame! No puedo más.
No puedo. Tú sabes que no puedo. ¡No puedo, Madre! Madre...
contigo, yo quiero ir contigo. No quiero estar aquí. ¡Ven,
mi corazón no puede más, no puedo ya más! Yo quiero
que me llevéis ahí con vosotros. Si todavía me falta
mucho... ¡Madre mía, yo no quiero que me falte mucho!
LA VIRGEN: No te falta mucho, hija mía; estás casi pulida... (Lamentos de Luz Amparo). Besa el suelo,
en acto de humildad, hija mía... ¿Ves cuán dichosa
es la Gloria, hija mía?
LUZ AMPARO: Yo quiero quedarme
aquí. Yo no quiero irme de aquí, yo no quiero volver otra
vez a lo mismo. Déjame un poquito, y te lo piensas, y si me puedo
quedar... ¡Ay, Madre mía, si me tengo que enfrentar otra vez...!
Yo no puedo. ¡Déjame aquí! Si aquí... ¿no
se puede hacer ningún trabajo para salvar a las almas?
LA VIRGEN: Aquí no
hay trabajo, hija mía, aquí sólo se alaba a Dios.
LUZ AMPARO: ¡Ay, pues
mejor todavía! No me mandes otra vez ahí abajo. Tú
no sabes lo que es estar aquí abajo, ahí abajo. Sí...
no, no lo sabes Tú... ¡Si me falta poco...!, pero ¿cuánto
tiempo es ese poco? ¿Es mucho?
LA VIRGEN: Te he dicho que poco, hija mía... (Nuevos lamentos y suspiros de Luz Amparo). Todavía
te queda un poco que luchar con los humanos, hija mía. Aunque los
humanos sean crueles, tú tienes que estar con ellos hasta que nuestros
Corazones te abran la puerta para la morada que te corresponde, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, que
sea pronto...! ¡Ayyy...!
LA VIRGEN: Vas a beber una sola gota del cáliz del dolor. Mira qué poco queda, hija mía; estoy avisando: cuando el cáliz se acabe, será terrible, hijos míos. Muchos no lo creéis, pero cuando llegue el momento, ¡pobres almas!... Cada gota que quede, hija mía, del fondo del cáliz está más amarga, porque el tiempo está más cerca, y el Castigo será terrible. Estad preparados; díselo a todos, hija mía, que preparen sus almas, para llegar a la vida eterna, hijos míos. Vuelve a besar
el suelo, hija mía, por las almas consagradas... Por las almas consagradas
tienes que pedir mucho, hija mía, y hacer mucho sacrificio; están
arrastrando muchas almas al abismo. ¡Pobres almas, el castigo que
se les avecina!
LUZ AMPARO: ¡Ay!, es
verdad; pues, perdónalos.
LA VIRGEN: Vas a ver el Infierno de toda clase de almas; también hay almas consagradas... (Luz Amparo se lamenta con pena y dolor). Por los pecados de estas almas consagradas siguen todavía en otras almas consagradas; el pecado sigue, hija mía; pero mira, el castigo es terrible... (Luz Amparo gime al tener esta visión). Voy a bendecir todos los objetos, hijos míos. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos... Todos han sido bendecidos. Os doy mi santa bendición, hijos míos. Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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19 août 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, J'ai promis
de vous donner la bénédiction et vous l'aurez. Mais auparavant,
Je veux que vous adoriez le Père Eternel en récitant le 'Notre
Père'.
MENSAJE DEL DÍA 19 DE AGOSTO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, prometí daros la bendición y os daré mi bendición, pero antes quiero que adoréis al Padre Eterno rezando el Padrenuestro. Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad... El pan nuestro de cada día, dánosle hoy, perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ésta es la manera de alabar a Dios, rezando el Padrenuestro alabaréis a Dios Padre. Comunícaselo a todos, hija mía, quitando el “Dios te salve, María” y “Santa María”, sólo el Padrenuestro, que sea en alabanza al Padre Eterno. Ahora os voy a dar mi santa bendición. Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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1er septembre 1984
La Sainte Vierge: Je vais te donner Ma
sainte bénédiction, Ma fille, comme Je l'ai promis; ensuite
Mon Fils restera avec toi.
MENSAJE DEL DÍA 1 DE SEPTIEMBRE
DE 1984, PRIMER SÁBADO DE MES,
LA VIRGEN: Voy a dar mi santa bendición, hija mía, como he prometido; después se quedará mi Hijo contigo. Yo os bendigo,
hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el
Espíritu Santo.
EL SEÑOR: Hija mía, que no te invada la tristeza, refúgiate en mi Corazón; mi Corazón está abierto para que te refugies en él. Aunque estás llena de miserias y de faltas, hija mía, te dejo un hueco en mi Corazón; ya sabes que escojo víctimas y quiero almas víctimas para salvar por lo menos la tercera parte de la Humanidad. ¡Cuántas veces te he dicho que nunca digas: “No puedo más”; no abandones el tesoro de la cruz; cógela sobre tus hombros y tenla unos segundos... (Luz Amparo, por sus quejidos, da la impresión de soportar una carga muy pesada). Descárgatela, he dicho sólo unos segundos... Esto es el tesoro de la cruz, hija mía; con la cruz podrás llegar muy alto, pero sin la cruz no conseguirás las moradas, hija mía. La tristeza que te invade, deséchala, no pierdas el tiempo en esa tristeza. Mientras estás pensando en invadirte con esa tristeza, no piensas en mí, hija mía; no quiero que me robes ni un minuto de tiempo. Ahora, para que
seas humilde, en acto de humildad, besa el suelo, hija mía... En
acto de humildad. Quiero que seas humilde, para poder terminar de pulirte,
hija mía.
LUZ AMPARO: Déjame
que toque el pie...
LA VIRGEN: Cuando estés
triste, implora a mi Corazón, y mi Corazón te refugiará.
LUZ AMPARO: Ayúdame...,
ayúdame...
EL SEÑOR: ¿Cómo voy a abandonar a un alma que he escogido para víctima?; antes me abandonarás tú, hija mía; pero yo nunca te abandonaré... Te quiero más enferma todavía, como víctima para la salvación de las almas. ¿De qué te iba a servir, hija mía —ya he dicho muchas veces—, de tenerlo todo, si vas a perder tu alma? No me abandones,
hija mía. Si te calumnian, ofrécete mí; a mí
me calumniaron, y tú no eres más que yo.
LUZ AMPARO: Yo quiero ser
como Tú quieras, pero ayúdame; se ríen de mí.
EL SEÑOR: De mí se rieron, hija mía, y hasta mis discípulos me abandonaron. Quiero que seas humilde, y deja la soberbia, hija mía. Yo no te daré más de lo que puedas. Ofrécete como víctima que te escogí; tú dijiste que sí, hija mía. Yo nunca cojo víctimas sin que ellas digan sí al sufrimiento. Vuelve a besar el suelo por la salvación de las almas, hija mía... Te quiero humilde, para terminar de pulir tu cuerpo. Voy a dar mi santa bendición. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Hoy voy a bendecir yo todos los objetos. ¡Qué satisfacción siente mi Corazón de ver que miles de almas están en este lugar! Levantad todos
los objetos...
LUZ AMPARO: ¡No te vayas!
¡No te vayas!
EL SEÑOR: Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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15 septembre 1984
La Sainte Vierge: Aujourd'hui, Ma fille, il y a un an pour vous, J'étais présente pendant
toute la récitation du chapelet. C'est Moi qui le dirigeais, Ma
fille. Aujourd'hui Je vais te donner un message bref: vous devez beaucoup
prier. Tu dois dire aux hommes que l'Espagne est en danger... Mais sais-tu
qui fomente ces guerres? Ceux sont les hommes, par leurs péchés.
L'arme la meilleure, Mes enfants, c'est le Rosaire... Comme les humains
sont cruels! Moi Je suis la Reine de la Paix et Je veux la paix pour vous.
Les hommes recherchent les guerres. Par vos prières et par ton sacrifice,
vous pouvez éviter une grande guerre.
MENSAJE DEL DÍA 15 DE SEPTIEMBRE DE 1984, NTRA. SRA. DE LOS DOLORES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hoy hace, hija mía, un año, para vosotros, que estuve presente durante todo el rezo del santo Rosario. Yo lo dirigía, hija mía. Hoy sólo, hija mía, te voy a dar un corto mensaje: tenéis que rezar mucho. Tienes que decirle a los humanos: España está en peligro... Pero, ¿sabes quién forma esas guerras? Los hombres con su pecado. La mejor arma, hijos míos, es el Rosario... ¡Qué crueles son los humanos! Porque yo soy la Reina de la paz, quiero la paz para vosotros. Los humanos buscan las guerras. Con vuestras oraciones y con tu sacrificio podéis evitar una gran guerra. Los secuaces del Anticristo están entre vosotros, hija mía; están formando la guerra... Ante los ojos de los hombres, hija mía, son corderitos; pero están buscando la guerra. Está próxima esa gran guerra. Con vuestras oraciones podéis evitarla, hija mía. Sacrificio, te pido, acompañado de la oración. Vas a tener un
tierno coloquio con mi Hijo, hija mía...
EL SEÑOR: ¿Me amas,
Luz?
LUZ AMPARO: ¡Mucho,
mucho! ¡Ay, te amo mucho!
EL SEÑOR: ¿Eres capaz
de dar la vida por mí?
LUZ AMPARO: ¡Ay, sí,
sí!
EL SEÑOR: No quiero que te quejes, hija mía; el sufrimiento no te sirve[1]... (Luz Amparo se está quejando y se lamenta durante unos instantes). Busca refugio
en mi Corazón.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, sí,
lo busco; lo busco.
EL SEÑOR: Mi Corazón puede ser el único que te puede consolar... (Luz Amparo emite lamentos de desconsuelo). Quiero que tu
corazón se derrita por mi amor.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
grande eres, qué grande, qué grande! ¡Ay, si siempre
te estuvieras conmigo...!
EL SEÑOR: Siempre estoy
contigo, hija mía, aunque no me veas; búscame, que allí
estoy.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
grande, Dios mío! ¿Cuándo podré estar yo ahí
siempre, siempre? ¡Ay, ah!
EL SEÑOR: Dentro de poco.
Piensa en Jacinta, hija mía, piensa en Francisco, que están
gozando de la presencia de Dios; pero piensa en Lucía, que le dije:
“Dentro de poco vendrás conmigo”, y ¡cuánto tiempo
lleva entre la Humanidad! Pues lo mismo te digo: “Dentro de poco, hija
mía”.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Madre
mía! ¡Ay, qué guapos sois los dos! ¡Ay, qué
guapos, ay...! ¡Ay, Madre! ¡Ay, mi corazón y mi cuerpo,
no sé lo que pasa ahí, ay...! ¡Ay, qué grandes
sois! ¡Ay, yo quiero estar con vosotros siempre...! ¿No me
veis cómo estoy? Hecha una piltrafa. ¡Ay, ay, ay..., Jesús!
EL SEÑOR: Esa piltrafa puede
salvar muchas almas, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
qué grande eres! ¡Ay, bendecid los dos! ¡Los dos! ¡Ay,
qué grande! ¡Ah..., ay!
EL SEÑOR: Levantad todos
los objetos... Todos han sido bendecidos.
LUZ AMPARO: ¡Ah...,
ay, bendícelos Tú...!
EL SEÑOR: Todos han sido
bendecidos, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Qué
grande eres! ¡Ay, qué grande! ¡Ay, ay, ah!
EL SEÑOR: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo[2]. Os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice por medio...
LUZ AMPARO: ¡Ay, no!,
¿por medio del Hijo, con el Espíritu Santo?... Dilo Tú,
di... ¡Ay, di la otra cruz!
EL SEÑOR: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Desde el inicio hasta este punto es trascripción del o. c., nº 4, p. 438. Lo siguiente se ha corregido conforme al único fragmento de mensaje grabado en audio disponible. [2] No es un error de trascripción
la repetición de varias bendiciones; así se escucha en la
grabación.
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6 octobre 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, aujourd'hui
Je vais lancer un appel
MENSAJE DEL DÍA 6 DE OCTUBRE DE 1984, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, hoy voy a hacer un llamamiento para todos los sacerdotes, para que éstos publiquen que dentro de poco habrá grandes catástrofes sobre la Tierra. Que estén los humanos preparados, hija mía... También los hombres impíos reniegan de la existencia de Dios; ellos quieren gobernar a la Tierra, con sus malos ejemplos, hija mía. Los sacerdotes que dejan el camino de Dios, se van por el camino de los placeres y quitan la fe en los pueblos. También las madres, hija mía, han perdido maternidad y cometen grandes crímenes con sus propios hijos. Rezad, hijos míos, y haced penitencia, que el tiempo se acaba. Mira, hija mía,
mira a mi Hijo.
EL SEÑOR: Me dijiste que
me amabas.
LUZ AMPARO: ¡Ay, y te
amo!... (Luz Amparo llora unos instantes ante las palabras del Señor).
¡Ay, Madre mía, ay...!
EL SEÑOR: Tienes que amarme más; si tú me amas, yo te amo; sólo nos queda la salvación de las almas. Los hombres siguen crueles, hija mía. Mira mi frente, mira mi espalda, hija mía; ¿sabes quién me ha hecho esto?: el amor que siento por vosotros... Besa la llaga de mi costado... ¿Sabes quién me ha hecho esto?: el amor que siento por los hombres... Mira mis pies y mis manos... ¿Sabes quién ha hecho esto?: el amor que siento a los hombres... Por eso te digo, hija mía, que me ames mucho, que el hueco de mi Corazón lo dejo para ti, hija mía. Besa el suelo hija mía, en acto de humildad... Por la salvación de las almas. Por las almas consagradas; ¡pobres almas..., qué mal corresponden a mi amor! ¡Cuántas almas abandonan a Cristo y se introducen en los placeres del mundo! Tú, hija mía, busca la humillación. Sé sencilla, hija mía, muy sencilla. Voy a bendecir todos los objetos... Todos han sido bendecidos, hija mía. Voy a dar mi santa
bendición. Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo
y con el Espíritu Santo.
LA VIRGEN: Ahora me toca a mí la santa bendición, hija mía. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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7 octobre 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, J'ai voulu
mettre à l'épreuve toutes les personnes qui sont ici présentes.
Les curieux ont dû supporter tout le Chapelet. Je suis la même,
Ma fille, toujours la même, J'ai seulement changé de chapelet.
Soyez forts et parlez de l'Evangile,
mais ne niez pas ce que vous avez vu, Mes enfants. Ces manifestations ne
s'opposent jamais à l'Eglise Catholique, Ma fille... Si quelqu'un
te dit, Ma fille, que tu t'opposes à la religion catholique... une
Mère et la Mère de l'Eglise ne peut parler contre Son Eglise,
Ma fille. Mère de l'Eglise et Mère de toute l'Humanité!
MENSAJE DEL DÍA 7 DE OCTUBRE DE
1984
LA VIRGEN: Hija mía, he querido probar a todo el ser humano que está aquí presente. Los curiosos han tenido que aguantar todo el santo Rosario. Soy la misma, hija mía, la misma de siempre, sólo he cambiado el rosario, hija mía. Hoy para el ser humano, es una fiesta importante, hija mía. Para todo aquél que ama con todo su corazón. El Rosario es el arma más potente, hija mía, para salvar a la Humanidad. Mira qué rosario; de cada cuenta de este rosario, derramo multitud de gracias para el ser humano, hija mía; pero ¡qué poco aprovecha el ser humano mis manifestaciones, hija mía! Ya te dije que
este pueblo era como el pueblo de Israel: incrédulo, duro, cruel,
hija mía. Pero mi Hijo, hija mía, tampoco le creyeron en
su pueblo. El ser humano es cruel.
LUZ AMPARO: Te voy a preguntar
una cosa. ¿Es verdad...? Es que no quiero decirlo así...
LA VIRGEN: Dímelo
con estas letras... (Palabras en idioma desconocido). No, hija mía,
no es cierto; ni es de Dios ni del enemigo, se lo causa él mismo,
hija mía... (Luz Amparo llora unos instantes con mucho desconsuelo).
Ten cuidado, no te dejes engañar por ningún profeta falso.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay...! ¡Está engañando a la gente...!
LA VIRGEN: Te advertí
que vendrían profetas falsos. Besa el suelo, hija mía, por
esa pobre alma, hija mía.
LUZ AMPARO: Y ¿qué
quiere?... Y ¿qué quiere?
LA VIRGEN: Protagonismo quiere, hija mía. Habla con él y díselo a él solo. Las cosas de Dios son muy serias, hija mía, no se puede jugar con nuestros nombres. ¡Qué malo es el protagonismo, hija mía! Por eso te digo que estés baja, muy baja, para poder subir alta, muy alta. Cuanto más subas, hija mía, más baja estarás. Te quiero sencilla, muy sencilla. Han recibido gracias muy especiales y las aprovechan para destruir esta Obra, hija mía. ¡Pobres almas...! Ese alma está engañando hasta a su propia familia, hija mía. Pide mucho por ella, que tiene un alma, hija mía, y es tu hermano en Cristo. Pide por él mucho, hija mía. Que nadie, que nadie te engañe, hija mía. Te lo advertí que esto sucedería. ¡Mira cómo ha llegado el momento! Humildad y sacrificio; con humildad y sacrificio, hija mía, el enemigo no podrá con esto. Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas... ¡Pobres almas!, ¡las ama tanto mi Corazón! ¡Qué mal corresponden a este amor, hija mía! He dicho que grandes catástrofes caerían sobre la Tierra, hija mía. Pero no tengáis miedo, y no perdáis la fe ni la calma; vuestra Madre está con vosotros, hijos míos. Y muchos sacerdotes, hija mía, ¡qué cobardía sienten para hablar de esto! Son cobardes, hija mía, y a mi Hijo no le gusta la cobardía. Sed fuertes, y hablad de la palabra del Evangelio, pero no neguéis lo que habéis visto, hijos míos. Esto nunca va en contra de la Iglesia Católica, hija mía... Si alguien te dijese, hija mía, que vas en contra de la religión católica... Una Madre, y Madre de la Iglesia, no puede hablar en contra de su Iglesia, hija mía. ¡Madre de la Iglesia y Madre de toda la Humanidad! Quiero que recéis
las tres partes del Rosario, hija mía. ¡Me agrada tanto esta
plegaria...! ¡Qué plegaria más bonita: “Madre de Dios
y Madre nuestra”!
LUZ AMPARO: ¡Qué
rosario! ¡Ay, qué rosario! ¡Ay, desprende luz del rosario!
LA VIRGEN: Quien rece el Rosario, hija mía, no permitiré que se condene... Voy a bendecir los objetos, especialmente los rosarios, hija mía. Sácate el rosario del bolsillo. Sacad todos los objetos... Todos han sido bendecidos, especialmente los rosarios, para los moribundos, hija mía. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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3 novembre 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, aujourd'hui
Je vais lancer un appel à tous les disciples de Dieu. Cet appel
concerne aussi, les vrais imi- tateurs du Christ, du Christ qui se fit
homme pour sauver l'Humanité.
Vous autres, Mes enfants, qui acceptez
la Parole de Dieu, vous êtes des flls de lumière, Mes enfants;
vous devez porter la lumière dans tous les coins du monde. Luttez,
Mes enfants, luttez, car le temps presse et les âmes se condamnent.
MENSAJE DEL DÍA 3 DE NOVIEMBRE DE 1984, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, hoy voy a hacer un llamamiento para todos los discípulos de Dios que viven en el cielo reinante. También, hija mía, este llamamiento para los verdaderos imitadores de Cristo; de Cristo, que se hizo hombre para salvar a la Humanidad. También, hija mía, aquéllos que han vivido en la pobreza, en el desprecio, en la humildad, en la castidad, en la calumnia, en la mortificación, para todos ellos, hijos míos, para todos hago este llamamiento. Salid, hijos míos, salid y llevad por todos los pueblos de la Tierra la luz del Evangelio de Cristo. Vosotros, hijos míos, que aceptáis la palabra de Dios, sois hijos de la luz, hijos míos; tenéis que llevar la luz por todos los rincones del mundo. Luchad, hijos míos, luchad, que el tiempo apremia, las almas se condenan, hija mía. También hago un llamamiento a mis almas consagradas: luchad, luchad, no tengáis miedo; si está Cristo con vosotros, ¿a quién podéis temer, hijos míos? Sí, hija mía, los conductores de mi Hijo, ¡cuántos, hija mía, van por el camino de la perdición! Mi Corazón sangra de dolor por todos ellos. Por eso necesitamos almas víctimas para que reparen los pecados de las almas consagradas... Sí, hija mía, el mundo está cada día peor. Esas pobres almas, esas almas consagradas..., que mi Hijo se humilla a esas manos y baja para que lo conduzcan a donde quieran, ¡pobres almas! Los pecados de las almas consagradas, hija mía, claman al Cielo venganza. La venganza es terrible, y está a las puertas, hija mía. Las almas consagradas, hija mía, abandonan la oración y la penitencia y se introducen en los placeres del mundo... ¡Pobres almas! Cuando celebran el misterio de la Misa, hija mía, ¡qué poca fe ponen en él, hija mía! Por eso mi Corazón está sediento de almas que reparen, hija mía. Necesito muchas almas para reparar los pecados. Besa el suelo, hija mía, por las almas consagradas... Hija mía, por su impiedad en celebrar los misterios, por su amor al dinero, se van metiendo en el camino del abismo. Rezad por ellos, hijos míos; haced sacrificio y penitencia acompañado de la oración... ¡Pobres almas, las ama tanto mi Corazón! ¡Tanto las ama, hija mía, que mi Corazón tiene un hueco, un hueco para todos ellos, hija mía! Todo el que quiera refugiarse en mi Corazón, lo tengo preparado, hija mía. También llamo a aquellas almas que se han consagrado a mi Corazón con el fin de que mi Corazón las conduzca a mi Hijo. También hago ese llamamiento. Todos, hijos míos, todos unidos luchad, luchad por la gloria de Dios. No os acobardéis qué dirán, ni la calumnia, hijos míos. Dichoso aquél que sea calumniado por nuestra causa, hijos míos. No tengáis miedo. Orad, hijos míos, que orando el enemigo no podrá con vosotros. Acercaos al sacramento de la Eucaristía, pero antes lavad vuestra alma, hijos míos, con el sacramento de la Penitencia. Acercaos cada uno individualmente al sacramento de la Confesión. ¡Me agrada tanto, hijos míos! ¡Me agrada tanto que os pongáis a bien con Dios!... Mi Corazón de Madre sufre, hija mía, cuando veo que uno de mis hijos se precipita en el abismo, hija mía... ¡Es terrible, hija mía, el fuego del Infierno! Es terrible. Estos cuerpos no se consumen, hija mía; las llamas no los consumen. Es eterno, hija mía, este sufrimiento es eterno. Vuelve a besar el suelo por los pobres pecadores, hija mía[1]... No os riáis de los mensajes de vuestra Madre, hijos míos. Vuestra Madre os quiere salvar. Y tú, hija mía, busca la calumnia, busca la humillación. Bienaventurado aquél que sea calumniado por nuestros nombres, hija mía. Voy a daros mi santa bendición. Pero antes levantad todos los objetos; todos serán bendecidos... Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Corte en la grabación; el contenido
final del mensaje en cursiva ha sido extraído del o. c., nº
4, p. 446.
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18 novembre 1984
La Sainte Vierge: Ne bouge pas, Ma fille,
ne te lève pas... Je viens seulement pour te dire et te rappeler:
sacrifice, sacrifice et pénitence, Mes enfants.
MENSAJE DEL DÍA 18 DE NOVIEMBRE DE 1984[1] EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Quieta, hija mía,
no te levantes... Sólo vengo a decirte, hija mía, a recordarte:
sacrificio, sacrificio y penitencia, hijos míos.
EL SEÑOR: Luz, hija mía,
¿me sigues amando?
LUZ AMPARO: Mucho, Señor,
¡mucho, mucho!
EL SEÑOR: Más que yo a ti no, hija mía. Mi amor nadie puede igualarlo, hija mía. Si supiesen las almas, hija mía, las almas, el amor que mi Corazón tiene por ellas, no serían capaces de ofenderme. Ni tú misma comprendes ese amor. Refúgiate en mi Corazón. Mi Corazón está hueco, hija mía, hueco para todo aquél que quiera refugiarse en él. Pero mira cómo está cercado de espinas por las almas ingratas que no quieren amar a mi Corazón. Hija mía, yo te prometo que todo aquél que ame a este Corazón no se condenará, hija mía; lo preservaré de las penas del Infierno. Mira mi Corazón cómo derrama gracias. Esos rayos de luz que salen de él son las gracias que derrama, hija mía. Esa luz se esparce sobre todas las almas que están aquí presentes... Ninguna, ningún alma de las aquí presentes han dejado de percibir mi gracia, hija mía —¡más oportunidad!—... ¿Qué quiere el ser humano para salvarse, hija mía? Di mi vida, derramé mi Sangre por todos ellos, y siguen cada vez peor, hija mía. ¿Por qué está el mundo así? Por los pecados de los hombres. Y a cada uno se le dará según sus obras, hija mía. Presentaos ante el Padre con las manos llenas; no con las manos vacías. Todo aquél que reciba estas gracias, será gratificado, pero a muy alto precio, hija mía. Amaos los unos a los otros como yo os amé, hijos míos. Yo derramé el amor por toda la Tierra, para que todos estuvieseis unidos. ¿Qué habéis hecho de ese amor?: guerra, discordia... Ya te dije que los padres contra los hijos, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra, hermano contra hermano; todo esto está sucediendo, hija mía. Y cuando esto aconteciese, se aproximaría el fin de los fines. La oración y el sacrificio salvan al alma, hija mía. Y vosotros..., vosotros, hijos míos, tenéis un pacto conmigo. Id por todos los rincones a publicar la palabra de Cristo: ¡los Evangelios! ¡Los Evangelios, hijos míos! Todos aquéllos que sigan el camino de los Evangelios se salvarán. Pero, ¡ay de aquél que cierre sus oídos a estas palabras!, más le valiera no haber nacido, hija mía; que a su cuello se colgase una rueda de molino y se arrojase al mar. No leen bien; ningún bien para el alma... (Habla en idioma extraño). La fecha del Castigo es ésta, hija mía... (Vuelve a hablar en idioma desconocido unas palabras). Pero, si estáis con Cristo, ¿a quién podéis temer, hijos míos? Quiero que seáis pobres, humildes, hijos míos, y sacrificados. Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Amaos, hijos míos, amaos unos a otros. Rezad mucho por los pastores de la Iglesia. Os voy a dar mi
santa bendición: yo os bendigo, hijos míos, como el Padre
os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
LA VIRGEN: Recibid mi santa bendición, hijos míos; hija mía, y sé humilde, muy humilde. Y ama a tus enemigos, pues ellos son los que te están sembrando el camino de la morada, hija mía; con sus mentiras y con sus calumnias te están labrando el camino. Busca la humillación, hija mía; piensa que a mi Hijo lo humillaban y lo maltrataron; le llamaron “el vagabundo”. Y ¡cuántas veces te voy a decir que no es más el discípulo que su maestro! Ámanos mucho, hija mía, ama nuestros Corazones y refúgiate en ellos, porque ellos serán los que no te fallen, hija mía. Todo el ser humano falla, pero nuestros Corazones no fallan. Levantad todos los objetos, hijos míos... Todos han sido bendecidos, hija mía; tienen gracias especiales. Que muchas de estas gracias ya se han derramado sobre muchas almas, hija mía. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Se desconoce si hay grabación
en sonido de este mensaje. Cf. o. c., nº 4, pp. 447-449.
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25 novembre 1984
Fête du Christ roi. La Sainte Vierge: En premier lieu, Ma fille,
tu dois réparer les péchés des hommes. Baise le sol.
. .
Le Seigneur: Je suis le Roi du Ciel et
de la Terre. Beaucoup de gouvernants, sont des démons incarnés
qui par- lent de paix, alors qu'ils sont en train de fabriquer des armes
de mort, Ma fille, pour la mort de l'Humanité, pour détruire
plu- sieurs nations. Ils parlent de paix, mais ils sont en train de faire
la guerre.
Votre Roi du Ciel et de la Terre.
La Sainte Vierge: Mes enfants, tenez cas
de Mon Fils. Il vous donne des avertissements par l'intermédiaire
du Père, pour vous sauver, Mes enfants; faites cas. Moi, comme Mère
de toute l'Humanité, Je veux vous sauver; soyez humbles, humbles
et sacri- fiés, Mes enfants. Et Je vais bénir les objets...
MENSAJE DEL DÍA 25 DE NOVIEMBRE
DE 1984
LA VIRGEN: Lo primero de todo, hija mía, hay que reparar los pecados de los hombres. Besa el suelo... Hay que reparar y hacer penitencia, hija mía, porque los hombres siguen cada día peor. Vuelve a besar el suelo por las almas consagradas... El mundo, hija mía, está hundido. Los pecados y las impurezas de los hombres están clamando al Cielo venganza, como los pecados de las almas consagradas. Sí, hija mía, hay que hacer sacrificio y penitencia, para que los hombres cambien; por lo menos, quiero que se salve la tercera parte de la Humanidad. No cambian, hija mía, y mi Corazón está transido de dolor. ¡Cuánto las ama! ¡Cuánto a esas almas, hija mía! No amo porque me correspondan; no, hija mía, porque no corresponden a mi amor. Por eso te digo que el mundo está cada vez peor. Mi Corazón sufre, porque si te dijese, hija mía, cada día el número de almas que se condenan, te horrorizarías. Por eso hay que hacer penitencia, penitencia para reparar, hija mía. ¡Qué crueles son los hombres!; no tienen compasión de mí, hija mía. Dicen que no sufro; mi Corazón sufre, porque en este momento no estoy gloriosa, hija mía... Los hombres son crueles a mi amor, hija mía. Vuelve a besar el suelo, hija mía... Piensa que el que se humilla será ensalzado; es una humillación, hija mía, pero piensa que te he dicho que busques la humillación. Piensa en el Reino de Cristo, hija mía. Este Reino es el más grande. Mira a tu Rey,
hija mía... Este Rey no falla, hija mía; todo el que se doble
ante Él, recibirá la recompensa, hija mía; humíllate,
pero refúgiate en mi Corazón.
EL SEÑOR: Soy Rey de Cielo y Tierra. Los gobernantes, hija mía, muchos de ellos, son demonios encarnados, que hablan de paz y están fabricando armas mortíferas, hija mía, mortíferas para morir la Humanidad, para destruir varias naciones. Hablan de paz, pero están haciendo la guerra. Varias naciones serán destruidas; entre ellas, parte de Europa. En las casas, hija mía, no hablan nada más que de desunión a las familias, de desunión y de placeres, hija mía; no hablan de Dios, de Dios Padre. El que no se acuerde de Dios Padre, no entrará en el Reino del Cielo. Él es vuestro Creador, y será vuestro Salvador. Pedidle a Dios Padre, o pedid a mi Madre, y mi Madre vendrá a mí, para que yo vaya al Padre. Hablad a las familias de mi Nombre, hijos míos; no escondáis mi Nombre. Se está haciendo desaparecer todo lo que es de Dios, hijos míos. Grandes terremotos azotarán a la Humanidad. Grandes castigos, hija mía, se irán viendo, y ¡ay, pobre de aquél que no escuche mis palabras! Sed víctimas, hijos míos, que Adán fue la víctima penitente, y yo soy la Víctima inocente. Y la Víctima inocente derramó su Sangre y dio la vida por todos vosotros. Era preciso morir para resucitar. Haceos pequeños, hijos míos, muy pequeños, como uno de los niños. Y tú, refúgiate en mi Corazón... Mi Corazón te consolará, hija mía. Y vosotros, hijos míos: penitencia, penitencia para sembrar vuestro camino. Y todos aquellos curiosos: ¡fuera! ¡Fuera los curiosos! Venid, hijos míos, a escuchar la palabra de Dios, la palabra de vuestro Rey de Cielos y Tierra. Mi Corazón está triste de ver que los hombres no cambian. La ira de Dios Padre la están sujetando los ángeles del Cielo. Grandes catástrofes, hijos míos, van a caer sobre la Tierra. ¡Será espantoso! ¡Ay de los habitantes de la Tierra! Os pedimos oración que salga de vuestro corazón, no de vuestros labios. ¡Cuántos estáis aquí presentes y cuando decís: “Padre nuestro que estás en los cielos”, no sentís dentro de vuestro corazón esas palabras, hijos míos! Que desde hoy salgan estas palabras de lo más profundo de vuestro corazón. No quiero fariseos, quiero almas víctimas, pobres y sacrificadas. Amaos los unos a los otros, hijos míos. Que mi amor se derrame sobre vuestros corazones. Y tú, hija mía, humíllate, sé humilde, busca la humillación, que las almas víctimas tienen que ser humildes, hija mía. Vuestro Rey, hijos míos, vuestro Rey triunfará sobre toda la Humanidad. Este Corazón divino y misericordioso será el que triunfe con el Corazón de mi Madre, hijos míos. Sed humildes, y que vuestras oraciones salgan de lo más profundo de vuestros corazones. Y tú, hija mía: te quiero víctima, pero víctima de verdad. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos, hijos míos... Todos han sido bendecidos por vuestro Rey, hijos míos. Esta bendición es una bendición importante. Guardad vuestros objetos, hijos míos; os servirán cuando llegue el día de las tinieblas. Esos tres días con esas tres noches estos objetos lucirán, hija mía, lucirán en cualquier parte que estén. Os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
LA VIRGEN: Hijos míos, haced caso de mi Hijo; os está dando avisos por medio del Padre para salvaros, hijos míos; haced caso. Yo, como Madre de toda la Humanidad, quiero salvaros, hijos míos; sed humildes, humildes y sacrificados, hijos míos. Y os voy a bendecir los objetos... También estas gracias, como Madre de amor y misericordia, sirven, hija mía, sirven para toda la Humanidad. No os desprendáis de este objeto, hijos míos; este objeto tiene muchas gracias. Y tú, hija mía, sé humilde, muy humilde; busca la humillación y humíllate. Piensa en Cristo Jesús como Rey y como mendigo, hija mía. Amad a vuestros enemigos, y amaos unos a otros. Pensad, hijos míos, que la muerte puede llegar como el ladrón, sin avisar. Estad preparados; estad preparados, hijos míos, que mi Corazón sufre por todos mis hijos, ¡por todos sin distinción de razas! Vas a escribir tres nombres en el Libro de la Vida, hija mía... Ya hay tres nombres más en el Libro de la Vida, hija mía. ¿Ves cómo te recompenso? Tu sufrimiento no queda sin recompensa. Piensa, hija mía, que mi Hijo no te va a dar más de lo que puedas. Las víctimas, hija mía, tienen que sufrir, pero ya sabes que mi Hijo te ha dado gancho para hablar de Dios; con ese gancho, hija mía, se pueden salvar muchas almas. Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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1er décembre 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, tous ces malheureux
qui outragent la Parole de Dieu et foulent au pied la Croix, pauvres âmes!
Mes enfants, mettez-vous en règle avec Dieu. Il est encore temps.
N'ayez crainte, Mes enfants, de confesser vos fautes; soyez prêts;
Et toi, Ma fille, Je te veux humble et
petite, toute petite, parce que Mon Fils aime ce qui est petit.
MENSAJE DEL DÍA 1 DE DICIEMBRE DE 1984, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Todos aquéllos, hija mía, aquellos desdichados que ultrajen la palabra de Dios y pisoteen la Cruz, ¡pobres almas! Poneos, hijos míos, poneos a bien con Dios; todavía tenéis tiempo. No tengáis miedo, hijos míos, para confesar vuestras culpas; estad preparados; aunque vuestros pecados, hijos míos, sean como la púrpura, se os quedarán como la nieve, pero estar preparados. Refugiaos a mi Inmaculado Corazón, él os ayudará, hijos míos. Os pido que no sintáis miedo todos aquéllos que estéis preparados. Vuestros pecados, hijos míos, aunque sean como la escarlata, quedarán limpios, hija mía. Di que se confiesen, di que se confiesen sus culpas. ¡Pobres almas!, cuando sientan el ruido del trueno y bramen las montañas, entonces, hija mía, ¡no tendrán remedio!; pero aquéllos que estáis preparados, refugiaos en Cristo una vez más. También os pido, hijos míos, que nadie, nadie, os atemorice; cuando llegue este momento, sed fuertes, que a mi Hijo le gustan los valientes. También pedimos, hijos míos, almas que expíen los pecados de los pastores de la Iglesia; busco almas, hijos míos, para expiarlas, porque Jesús está ofendido, muy ofendido, con esas almas que están materializadas, hija mía; están metidas en el mundo y no se acuerdan de Cristo. ¡Cuánto me agradaría que esas almas fuesen predicando el Evangelio por todos los rincones de la Tierra! Hijos míos, ¿qué hijo, cuando ve que su madre está enferma, no se pone triste? Yo estoy enferma de dolor, hijos míos, por todos vosotros; por mis almas consagradas, ¡las ama tanto mi Corazón!, ¡y qué mal corresponden a este amor! Besa el suelo, hija mía, por esas pobres almas... ¡Pobres almas!, el demonio con su astucia, si hizo pecar a Eva, ¿cómo no las va a hacer pecar a ellas? Tened cuidado, hijos míos, tened cuidado, que Satanás, con su astucia, quiere apoderarse del mayor número de almas. Sacrificio, hijos míos, sacrificio y penitencia. Haced visitas al Santísimo. Mi Hijo está triste y solo, triste y solo por el ser humano; porque si no fuese por sus ángeles, ¿qué hubiese hecho con algunos de los sacerdotes? ¡Pobres almas, hija mía! Haced sacrificio por ellas; el demonio los encauza por el placer y no hacen propósitos para dominar la carne, hijos míos; la carne es débil, pero ellos tienen que ser fuertes: o Cristo o el mundo. Y tú, hija mía, te quiero humilde y pequeña, muy pequeña, porque a mi Hijo le gustan las cosas pequeñas. Vuelve a besar el suelo, por todas las almas, por todas, hija mía, sin distinción de razas... Vuelve otra vez a besar el suelo, no has besado el suelo, hija mía[1]... Busca la humillación, hija mía, busca la calumnia, y sé humilde; con la humildad se consigue todo, hija mía. Haz sacrificio, que a mi Hijo le gustan las almas víctimas, y tiene sed de almas, de almas que sepan reparar y quieran. Hijos míos, os encomiendo, a todos aquéllos que no os habéis puesto a bien con Cristo, que hoy mismo os acerquéis al sacramento de la Confesión, para que podáis acercaros al sacramento de la Eucaristía. Mi Corazón de Madre, hijos míos, ¡os ama tanto!, que ya no hay ningún remedio para poderos avisar; hemos agotado todos los recursos. Preparaos, hijos míos, con sacrificio y penitencia. Amad mucho a mi Hijo, para que mi Hijo os lleve al Padre, y yo también os puedo llevar a mi Hijo; amadme mucho, hijos míos, como yo os amo a todos. Besa el suelo, hija mía, por esas almas que son tan vanidosas y tan crueles con mi pobre Corazón, ¡pobres almas impías que quieren gobernar el mundo!, y sin Cristo, sin Dios, no puede haber... (palabra ininteligible). Puede haber guerra, hijos míos, pero Cristo busca la paz; la buscó siempre; por eso hay quien dice que Cristo era socialista, hijos míos; Cristo fue sociable. Ya te lo he comunicado muchas veces: no mezcléis políticas, hijos míos, las políticas sirven al hombre para la destrucción... Y las almas consagradas las quiero humildes, pobres y sacrificadas... Mi Hijo no quiere fariseos, ni impuros, ni almas materializadas; todo lo van a dejar, hija mía, ¡todo! Lo más importante es el alma; no piensan, hija mía, que todas las riquezas les van a servir al hombre para condenarse. Viven como el rico avariento, no se acuerdan ni de dar las migajas a los pobres, ¡pobres almas!, los imitadores de Cristo, sus almas consagradas. Pobres, humildes y sacrificados os quiero, hijos míos. Publicad el Evangelio por todos los rincones de la Tierra; con el Evangelio, hijos míos, os salvaréis; no lo habéis leído muchos; por eso no seguís a Cristo; y si lo habéis leído ha sido mecánicamente. Que vuestras oraciones de lo más profundo de vuestro corazón salgan, hijos míos. Os quiero pobres, pero santos. ¡Pobres almas mías!, mi Corazón está transido de dolor por ellas; cuando veo que se me precipitan en el abismo, ¡cuánto sufre mi Corazón, hija mía! Haced sacrificio, hijos míos; pensad que Cristo sólo tenía una túnica, ni una tuvo de repuesto; con su túnica, sus alforjas y sus sandalias se iba de pueblo en pueblo a hablar del Evangelio, hijos míos. Humildes, humildes y sacrificados, hijos míos, os quiero. Y tú, hija mía, sé muy humilde, muy humilde; a mi Hijo le gustan las almas humildes. Piensa que nuestras almas, nuestras almas son víctimas; pero, ¡cuánto te ama mi Corazón!... (Palabras en idioma desconocido). Desde muy niña te he pulido, mi Hijo te ha pulido; yo le he ayudado a pulirte para este momento, hija mía. ¿De qué le vale al hombre todo lo que hay en el mundo, si no entra en el Cielo, hija mía? Tú estás labrando tu morada, pero te la están labrando los ángeles... Vas a escribir tres nombres en el Libro de la Vida... Tres nombres más en el Libro de la Vida, hija mía; ¡ves cómo vale la pena sufrir!, porque estos nombres no se borrarán jamás, hija mía, jamás. Voy a daros mi
santa bendición.
LUZ AMPARO: (En voz muy baja).
¡Anda!, bendícelos, bendícelos.
LA VIRGEN: Primero voy a bendecir los objetos. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos... Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Al ser preguntada Luz Amparo por qué
le dice la Virgen que no ha besado el suelo la primera vez, responde que
no sabe. Al insistirle, aclara: «Me dice el Ángel: “Besaste
la cosa larga que te pusieron para arrodillarte. No besaste el suelo”».
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8 décembre 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, Je suis Marie,
Pure et Immaculée, Mère de Dieu et Mère du genre humain.
Défendez Ma pureté, Mes enfants. Quand le Mystère
de Dieu le Père s'est incarné dans Mes entrailles, il n'y
avait pas de souillure, J'étais plus limpide et plus blanche que
le lys. Mes enfants, si vous M'aimez, défendez-Moi, défendez
Ma pureté; pensez que Votre Mère fut pure avant et après
l'enfantement, Ma fille. Le rayon de soleil entra dans Mes entrailles,
et c'est là que Mon Fils se forma; c'était le mystère
de Sa Divine Majesté, Mes enfants. Ma pureté est un don spécial
que Dieu, Mon Créateur, M'a octroyée. Que de mystères
ne vous a-t-on pas révélés, Mes enfants! Quand vous
vous présenterez devant le Père, ils vous seront tous dévoilés;
prenez patience, et soyez hum- bles pour pouvoir parvenir au Ciel et prendre
part à tous ces mys- tères. Beaucoup de mystères M'ont
été révélés, Mes enfants. Comme Je te
l'ai dit, Ma fille, Dieu le Père M'a fait connaître beau-
coup de mystères célestes: le mystère de la Maternité
du Christ et le mystère de Mon Immaculée Conception.
LOrsque ce moment arrivera, vous verrez
quelle grandeur, Mes enfants, quelle grandeur vous attend! J'ai eu aussi
le privilège de demeurer trois jours au Ciel, Ma fille, avec Mes
cinq sens comme tout être humain; J'ai vu la grandeur que Dieu le
Père avait pré- parée pour cette pauvre créature;
il n'y a pas de grandeur qui soit
MENSAJE DEL DÍA 8 DE DICIEMBRE DE 1984, LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, soy María Pura Inmaculada, Madre de Dios y Madre de todo ser humano. Defended mi pureza, hijos míos. Cuando el Misterio de Dios Padre se encarnó en mis entrañas, no había mancha, estaba más limpio y más blanco que la azucena. Hijos míos, si me amáis, defendedme, defended mi pureza; pensad que vuestra Madre fue pura antes y después, hija mía. El rayo del Sol, hija mía, entró en mis entrañas, y allí se formó mi Hijo; era el misterio de su Divina Majestad, hijos míos. Mi pureza es un don especial que Dios mi Creador me otorgó, hijos míos. ¡Cuántos misterios no os han revelado, hijos míos! Cuando os presentéis ante el Padre, todos serán revelados; tened paciencia, hijos míos, y sed humildes para poder alcanzar el Cielo y poder participar de todos estos misterios. Hay muchos misterios que a mí han sido revelados, hijos míos; como te dije, hija mía, Dios Padre me reveló muchos misterios celestiales: el misterio de la maternidad de Cristo y el misterio de mi Inmaculada Concepción. Aquí viví, hija mía, viví igual a los humanos, pero te dije en una ocasión que en todo me parecía al ser humano menos en el pecado; mi alma estaba hecha para alabar a Dios mi Creador. Formaba tiernos coloquios con Él, hijos míos, y mi pecho sentía alegría. No sólo el pecho se me llena de dolor, hijos míos, también de alegría. Mi corazón, a veces, sentía una gran alegría, cuando los ángeles me consolaban, hijos míos; sólo los ángeles saben el misterio de la Encarnación, de mi pureza, de mi humildad en la Tierra y de mi caridad con el ser humano. Satanás quería destruir, y cuando quedé sola en la Tierra, que faltó mi Hijo, Satanás quería destruirme, pero nunca abandoné la oración, siempre estaba con grandes coloquios con mis ángeles, nunca pudo Satanás conmigo; por eso Satanás estaba furioso y formó la enemistad entre la mujer y el hombre, el odio, la envidia, toda clase de pecado, porque sabía que me alabarían todas las generaciones. Por eso, hijos míos, Satanás es muy astuto y quiso destruirme a mí, que era la Madre de Dios, ¿cómo no va a querer disfrutar, hijos míos, de vuestra alma? Quiere apoderarse de vosotros; la oración y el sacrificio os mantendrán firmes, hijos míos. Mi vida fue un constante sufrimiento, sufrimiento porque el ser humano no quería dar gracias a Dios de haberle dado la vida, se rebelaba contra Él; pero al mismo tiempo, mi pecho sentía una gran alegría cuando mi Hijo formó su altar en mi pecho, y me dejó el Sacramento dentro de él, hija mía; yo le custodiaba de día y de noche. Ningún ser humano sabe que mi pecho era el tabernáculo de Cristo; nadie, hija mía, porque yo no quise que nadie publicase mi vida; por eso en la Biblia, hijos míos, se habla tan poco de mí, porque yo no quise; quise que mi Hijo fuese el Rey del Universo y de la Tierra; no quise poner a mi Hijo en un segundo lugar, porque fue el primero, el primero que mandó Dios para morir en una cruz y salvar al ser humano. Yo, hija mía, también me reveló Dios el misterio de la muerte de Cristo; todo lo vi durante toda mi vida. Mi Corazón sufría, hija mía, como te lo he manifestado; pero, al mismo tiempo, mi Corazón no quería ver sufrir a mi Hijo; le consolaba, hija mía, como mi Rey y mi amado que era, y Él me consolaba a mí como su amada que era, hija mía. Este misterio te lo he revelado, pero es mejor que el ser humano sepa por qué en la Biblia no se habla de mí. Mi humildad, hija mía, mi humildad no quiso resaltar, para que el ser humano aprendiese a ser humilde; no quise que se escribiese nada de mí. Te revelaré muchos misterios, hija mía, muchos, de lo que ha sido toda mi vida. Constantemente, hija mía, seguía a mi Hijo por todas las partes que iba a publicar el Evangelio. Yo me embobaba, hija mía, escuchando esas palabras, me penetraban dentro del corazón, hasta el extremo de llenarse mi alma de alegría y rebosar de júbilo y, en ocasiones, hija mía, no podía mi gozo resistir y caía al suelo, caía al suelo de gozo, hija mía; pero no abandoné a Cristo en ningún momento, fui su consejera en muchas ocasiones; Él me pedía, hija mía, y yo le opinaba. Fue ejemplo de hijo mi Hijo Cristo Jesús. Leed la Biblia, hijos míos, que todo aquél que lea la Biblia —es palabra de Dios— aprenderá, hijos míos, aprenderá a amar a Dios; pero, ¡ay de aquéllos que añadan o quiten de lo que hay escrito!, porque no entrarán en el Reino del Cielo. Todos aquéllos que están confundiendo la doctrina de Cristo, ¡pobres almas!, pedid por ellos, hijos míos, y sed tabernáculos, hijos míos, como mi... (habla en idioma desconocido). Así quiero que seas, hija mía: un altar, que forme tu pecho el altar de Cristo... Sigue a Cristo, hija mía, hasta la muerte; imita a tu Madre; te iré revelando secretos, secretos y misterios. Ten cuidado, hija mía, que Lucifer está alerta, y donde está María, allí quiere destruir. María, Reina del Universo, Reina del mundo y Madre de la Iglesia, hija mía. ¡Qué misterio más grande! ¡Qué gozo se siente en el corazón, cuando mi Hijo manda...! (De nuevo, palabras en idioma extraño). ¡Bienaventurados aquéllos, hijos míos, que se humillan, porque serán ensalzados! Yo fui humillada, hija mía, humillada, pero mi humildad pudo más que la humillación. Viví igual que los humanos, mi vida fue igual, pero la Divina Majestad no quiso, hija mía, no quiso que imitase al hombre, porque el hombre era cruel, en el físico del cuerpo..., pero el alma, mi alma, era pura, pura e inmaculada, porque iba a ser la Madre de mi Rey, mi Salvador, Dios mi Creador, Salvador del ser humano. Besa el suelo, hija mía; hoy es un gran día para expiar pecados de las almas, hay que expiar, hija mía, porque hay muchas almas que niegan la palabra de Dios, no creen en su existencia... Os quiero, hijos míos, os quiero pequeños, pequeños, muy pequeños, para luego subir alto, muy alto. Veréis, hijos míos, cuando llegue este momento, qué grandeza, hija mía, ¡qué grandeza os espera! Yo tuve el privilegio también de estar tres días en el Cielo, hija mía, con mis cinco sentidos igual que el ser humano; vi la grandeza que Dios Padre tenía preparada para esta pobre criatura; no hay grandeza que pueda compararse a esa grandeza. Por eso, hijos míos, con humildad, sacrificio y caridad, alcanzaréis a gozar esta vida; es una maravilla, hijos míos; no quiero que os condenéis, quiero que os salvéis todos, hijos míos. Con sacrificio, hijos míos, oración y penitencia, allegaréis al sacramento de la Confesión para recibir el sacramento de la Eucaristía. Sed fuertes, hijos míos, y no os dejéis engañar por el enemigo, el enemigo se puede meter en cualquier uno de vosotros para destruir la obra de mi Hijo. Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación por las almas consagradas... Hijos míos, hoy para recibir, vais a recibir gracias especiales, cuando Dios Padre manda al Hijo, para que os mande las gracias especiales para el día de las tinieblas. Hoy, hijos míos, tengo el privilegio de concederos también esas gracias; todos los objetos que sean bendecidos servirán para el día de las tinieblas; todos lucirán en cualquier sitio que estén. Levantad todos los objetos... Tienen gracias especiales, hijos míos; no os deshagáis de estos objetos, tienen mucho valor. Ahora, hijos míos, os voy a dar una bendición especial; os protegeré, hijos míos, y os asistiré en la hora de la muerte a todos aquéllos que recibáis esta bendición. Mis ángeles estarán presentes, todo el ejército de ángeles que me acompañaron durante toda mi vida. Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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9 décembre 1984
(absent du site espagnol) Amparo raconte les vision qu'elle a reçue:
comment une âme se sauve pour avoir récité tous les
jours trois ave-Maria (déjà indiqué par le Christ
à Marie-Julie Jahenny 1850-1941, mystique et stigmatisée
Bretonne: Si vous priez tous les jours ma mère avec trois
ave-Maria en disant: je te salue Marie, pleine de grâce, fille du
Père, lys de pureté, le Seigneur est avec vous Vous êtes
bénie entre toutes les femmes et Jésus le fruit de vos entrailles
est béni. Mère du Verbe Incarné, Violette d'humilité,
Épouse du Saint Esprit, Rose de charité, priez pour nous
pauvres pécheurs maintenant et à l'heure de notre mort.
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23 décembre 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, en ces jours
si importants pour Moi, Je ne pouvais manquer de vous donner Ma bénédiction.
MENSAJE DEL DÍA 23 DE DICIEMBRE DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, estos días tan importantes para mí no podía faltar mi bendición. Cuando el Verbo
humanado, hija mía, nació de mis entrañas, se lo ofrecí
al Eterno, y el Eterno me contestó, hija mía: “María,
cuida a tu Hijo, amamántale, aliméntale y cuídamele,
porque luego vendré a por Él”. Yo sabía, hijos míos,
que... (palabras en idioma desconocido. Luz Amparo comienza a llorar).
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
pequeñito! ¡Ay, qué pequeño! ¡Ay! ¡Ay,
qué pequeño...! ¡Ay, qué pequeñito! ¡Ay,
qué hermosura...! ¡Ay, qué hermosura...! ¡Ay,
qué pequeñito...! ¿Quiénes son todos ésos?
LA VIRGEN: Ejércitos
celestes, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Cuántos!
¿Ni un momento te dejan sola? ¡Ay, qué grande! ¡Qué
hermosura hay ahí! ¡Ay...! ¡Y que ese Niño tan
hermoso tenga que morir...! ¡Ay!
LA VIRGEN: Sí, hija mía, y le engendró en mis entrañas para Verbo humanado, para morir para redimir a la Humanidad. Dios Padre, hijos míos, quiso que lo cuidase para que muriese en una cruz, para redimiros del pecado y gozar de la vida eterna, hijos míos. Así fue Cristo; así fue, hija mía. Tú sabes cómo le cuidé, con qué esmero, y luego cómo le entregué a la muerte, y muerte de cruz, porque sabía que con su muerte iba a redimir a todo aquél que quisiese salvarse. Cuando yo hablaba con Él, hija mía, dentro de mis entrañas —te lo he manifestado otras veces—, se ponía de pie con las manos juntas orando, orando para que no cayerais en tentación, hijos míos. Ya, estando engendrado dentro de mí, quería salvar a la Humanidad; pero la Humanidad es cruel, hija mía. Yo le cuidé, le amamanté como una madre buena que amaba a su hijo; pero el ser humano, ¡qué cruel corresponde, hija mía!, ¡cómo corresponde a mi Corazón! ¡A mi Corazón de Madre, hija mía!, porque fui Madre de Dios y, luego, me dejó mi Hijo como Madre de la Humanidad. Por eso os pido, hijos míos: quiero que os salvéis. Os dije que mis mensajes se estaban acabando, hijos míos; pero ¿qué madre ve que su hijo se precipita en el abismo y no le sigue avisando, hijos míos? ¿Cuántas veces, hijos míos, habéis dicho a vuestros hijos: “Hijos míos: no os voy a avisar más; seréis castigados”, y no los habéis castigado? Los habéis avisado una, y otra, y otra, y otra vez. Eso hace vuestra Madre del Cielo: os da avisos para que os salvéis, hijos míos. Cumplid con los diez mandamientos. Todo aquél que cumpla con los diez mandamientos se salvará, hijos míos. Mira, hija mía, cómo salía mi Hijo de mis entrañas. Como el rayo del Sol entró dentro de mí, y como el rayo del Sol salió de mí. No manché, hija mía, no manché nada que fuese impuro. Te lo manifesté: mis ángeles, mis tres arcángeles, san Miguel, san Gabriel y san Rafael cogieron a Cristo nada más nacer, hijos míos. Ellos me lo entregaron en mis brazos. José estaba extasiado; tuve que decirle: “José, que tu Hijo está ya aquí”. Y José alabó a su Hijo, a su Hijo adoptivo, hijos míos. Tiernos coloquios, hijos míos, hicimos con Él. Él nos respondía, ¡tan pequeñito!, pero ya tenía la sabiduría... Con esta pobre
ropa, hija mía, le envolví, porque no tenía pañales.
LUZ AMPARO: ¡Ay, pobrecito! ¡Ay! No teníamos, ¡ay! ¡Pobrecito! ¡Pobrecito!, no le acuestes ahí. ¡Qué frío pasará ahí! No le acuestes. ¡Ay, pobrecito! ¡Ay...! ¿Tenía que ser eso así? Ni una cama, ni una cuna... ¡Ay, pobrecito! ¡Ay, qué rico es! ¡Ay! ¡Cuántos ángeles! ¡Hasta fuera llegan los ángeles! ¡Madre mía, cuántos hay! ¡Uf!, pero ¿tantos hay aquí abajo? ¡Uf! ¡Y ésos que les sale la luz de ahí! ¡Huy, del pecho! ¿También son los ángeles? ¿Y esos otros? ¡Ah! ¡Huy, ángeles corporales!, y ángeles que no son corporales; pero son iguales. ¡Vaya suerte que tienes! ¡Huy! ¡Ay! No hace falta nadie si están ahí todos llenos de ángeles. ¡Qué maravilla! ¡Ay! Pero, ¿no
se puede acostar en una cunita? ¡Pobrecito!, ahí tendrá
frío. Tápale un poquito. ¡Ay, qué cara! ¡Ay,
cómo se ríe! ¡Ay, pobrecito! ¡Ay! ¡Niño
bonito! ¿Puedo tocarle otra vez?... (Luz Amparo se inclina hacia
delante para realizar esta operación). ¡Ay, qué lindo
eres! ¡Ay!, yo podía quedarme aquí para cuidarlo. ¡Siempre!
¡Ay!, pero no me lleves al otro sitio, ¡déjame aquí
con Él! ¡Ay! ¡Yo no quiero irme al otro sitio...! ¡Déjame
un poquito aquí más con Él! ¡No me quiero ir
de aquí! ¡Yo no quiero irme de aquí! ¡Ay! ¿Por
qué me tengo que ir al otro sitio, si aquí se está
muy bien?
LA VIRGEN: Tú eres
el instrumento, hija mía, y tu misión no se ha acabado.
LUZ AMPARO: Pues ¡ya
está bien, lo larga que es la misión esta...! Yo quiero quedarme
aquí. ¡Yo quiero quedarme aquí! Hacedme lo que sea
aquí, pero yo no me quiero ir a la otra parte, ¡ay! ¡Con
lo bien que se está aquí! Aunque sea soberbia, pero yo me
quiero quedar aquí. ¡Ay, qué alegría estar aquí!
¡Ay!, luego te vas al otro lado y la gente a reírse, y yo
no quiero irme al otro sitio. ¡Ay, ay! Aquí voy a ser mejor,
te lo prometo que aquí soy mejor.
LA VIRGEN: Tienes que purificarte
entre ellos, hija mía, porque eres hija de Adán, y de Adán
has heredado.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pues, ¡qué gracia!... Bueno, pero con tu ayuda, ¿verdad? Me tienes que ayudar, porque es que me dejas sola, ¡pero sola! Hay veces que ni te veo, ni te puedo tocar, ni te oigo, ¿eh? No me abandones así, de esa forma. ¡Ay, qué
grande eres!, y ¡qué feliz eres ahí con tu José,
y con tu Jesús, y con tus ángeles! ¡Ay!, y yo ¿qué?
¡Qué felicidad tienes, Madre mía!
LA VIRGEN: Primero la felicidad,
hija mía, y luego el dolor.
LUZ AMPARO: Y yo siempre el
dolor, ¡siempre, siempre el dolor! ¡Ay! ¡Si me dejaras
aquí!, te prometo que haría todo lo que me dijeses Tú,
y lo que fuese haría, Madre mía; todo, ¡todo!
LA VIRGEN: No seas soberbia,
hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay! ¡Ay!
¡Ay!, yo quiero que me ayudes. ¡Ay, qué misión
tan dura es! ¡Vaya misión que me has encomendado!
LA VIRGEN: Pronto estarás
pulida, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Pronto! ¿Desde cuándo estás diciendo que pronto estaré pulida? Pues, ¡anda!, que sí que tenía que pulir, ¿eh? ¡Ay! ¡Ay,
ayúdame! ¡Ay!, pero en el otro lado también, no sólo
aquí. ¡Ay!, yo te prometo, te prometo que ayudaré a
muchas almas a que puedan alcanzar esta maravilla, porque lo otro, ¿es
igual que esto? ¿Más todavía? ¡Claro! ¡Ay,
Madre mía! ¡Ay, pobrecito san José! ¡Ay, qué
mayor está! ¡Ay!, ¿cómo está con la cabeza
en el suelo? ¿Qué hace? ¿Adorando a Jesús?
¡Ay!, pues yo también le quiero adorar...
LA VIRGEN: Hijos míos,
podéis cantar: “Gloria a Dios en el Cielo y paz a los hombres, en
la Tierra, de buena voluntad”.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
Niño!
LA VIRGEN: Voy a bendecir todos los objetos, hijos míos. Esta gracia especial os va a dar vuestra Madre. Levantad todos los objetos... Todos han sido bendecidos, hija mía. Os voy a dar mi santa bendición; pero antes os voy a pedir que améis mucho a Cristo; amadle con toda vuestra alma, con todo vuestro corazón y con todas vuestras fuerzas. Amad a mi Hijo, hijos míos, que este amor no quedará sin recompensa. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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25 décembre 1984
La Sainte Vierge: Vois, Ma fille, le Verbe
fait homme est sur la paille dans une pauvre crèche; enveloppé,
Ma fille, enveloppé dans de tristes langes.
La Sainte Vierge: Ce Roi qui est né,
mourra sur une Croix pour racheter le monde. " Gloire à Dieu dans
le ciel et sur la Terre, paix aux hommes qui aiment Dieu".
Maintenant tu sais; n'aie pas honte, Ma
fille.
MENSAJE DEL DÍA 25 DE DICIEMBRE DE 1984, LA NATIVIDAD DEL SEÑOR, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Mira, hija mía, el Verbo humanado en unas tristes pajas, en un pesebre pobre. Liado, hija mía, liado con un triste pañal. Pero vas a decir,
hija mía, la misión de cada ángel.
LUZ AMPARO: ¡Ay! ¡Ay,
cuántos hay!; pero ¿esos tres...? Ése es san Miguel,
¿a dónde va ése?
LA VIRGEN: Bajará, hija mía, a la profundidad del Limbo. Va a avisar a Joaquín, a Ana, a los Santos Padres y a todos los profetas. Mira, ¡cuántos
santos hay en el Limbo!
LUZ AMPARO: ¡Huy! ¡Ay! ¡Ay!, ¿ésa, quién es?... Ésa es la madre de la Virgen, ése es el padre... ¿Qué le dicen al ángel? Le están diciendo... ¡Ay, qué lenguas! Y el ángel les está diciendo que ha nacido el Rey de Cielo y Tierra, que su hija lo ha mandado a avisarles. Le dice Ana que lleve el recado a su hija, y llama a todos los que hay en el Limbo, y se ponen a cantar un himno de alabanza para ese Niño. Pero, ¡si los muertos no se ven! ¡Ay, cuántos misterios! ¡Ay!, están de rodillas todos. Están cantando un himno, un himno ya: “Gloria al Rey que ha nacido encarnado en una doncella, humanado... —¡huy!— como Rey de Cielo y Tierra”. Todos... —¡ay!—,
todos están cantando. ¡Qué estrechos están ahí!
Parece un infierno eso.
LA VIRGEN: Este Rey que ha
nacido morirá en una cruz para redimir al mundo. “Gloria a Dios
en el Cielo y en la Tierra paz a los hombres que aman a Dios”.
LUZ AMPARO: Ahora, hay otro ángel, que se va por un camino lleno de piedras. Hay un letrero que pone “Belén”; hay otro letrero que pone “Damasco”; hay otro letrero que pone “Palestina”. Va por un camino lleno de luz. ¡Ay!... Llega a una casa, que parece como un palacio. Hay un pozo. ¡Ay!, llama a la puerta. ¿Por qué el ángel puede llamar a la puerta? ¿Sí puede entrar?... ¡Ay! ¡Ay!, un cuerpo celeste... Sale una mujer mayor, con un velo en la cabeza dado dos vueltas, unas faldas muy largas. Lleva un niño en brazos como de seis meses. Habla con el ángel. Le abre la puerta. Hay como un jardín, y a la izquierda hay un pozo con un cubo. Esta mujer se sienta en un poyete de madera, y al niño le tiene encima. El ángel le dice que ha nacido el Redentor, que viene a avisarle porque María le manda. Cae de rodillas esta mujer. Ese niño también, tan pequeño, cae de rodillas. ¡Ay!, pero ¿cómo puede ser eso? Miran al cielo y están diciendo: “Bienaventurado Aquél que mandará en todas las generaciones”. “Yo estoy a tu servicio, mi Señor —le dice al ángel—. Dile a María que no se olvide de nosotros, que la seguiremos siempre hasta la muerte”. El ángel le dice: “Este Niño está muy pobre, ha nacido en un pesebre entre pajas”. Esta mujer pasa a una casa que parece un palacio. Coge ropa, la lía. Entre esa ropa hay ropa de un niño pequeño. Coge dinero, lo mete dentro del lío de la ropa, y se lo da al ángel. También hay ropa de mayores. Esta mujer le dice al ángel: “Dáselo a María para el pequeño y para su esposo y para Ella. Es un lienzo fino que el Rey de Cielos y Tierra se merece; no se merece estar entre pajas”. Hay otro ángel. Ese ángel va por un campo. Hay mucho ganado, muchas ovejas. Hay muchos chicos con pieles sobre la espalda. Viene una gran luz. Se caen al suelo asustados y gritan: “¿Quién es? ¿Quién hay ahí?”. El ángel les dice: “No tengáis miedo. Soy el ángel san Gabriel. Os vengo a avisar que ha nacido vuestro Mesías, el que estabais esperando. Id por este camino y en un pesebre habrá un Niño resplandeciente. Aquél que veáis lleno de luz, y entre pajas, es Jesús. Es Jesús, el Rey, el Salvador, el Rey, el Salvador[1], el Dios Omnipotente, Hijo de Dios vivo. Id y adoradle”. Van muchos de éstos que llevan la piel a la espalda. Llevan varas. Van por un camino. ¡Ay, cuántos! ¡Ay!, se van por otro camino. Viene una gran luz. Esa luz es como una flecha. Los guía hasta el portal. Se arrodillan y adoran al Niño. ¡Ay, qué grande eres! ¡Ay! Vuelven a cantar: “Gloria a Dios en el Cielo, y a los hombres, en la Tierra, de buena voluntad”. ¡Ah..., cuántos ángeles! ¡Ay, qué cosas! ¡Ay! En otra parte, hay hombres horribles. ¡Huy, qué horror! No se pueden arrimar ahí. ¡Ay! ¡Ay! Viene un ángel y van huyendo. ¡Ay, si ése es el de la otra vez! ¡Ay..., ay, si es el demonio! ¡Huy! ¡Ay! Se los lleva a todos. Están en una cueva profunda. Habla Satanás, les habla a todos y les dice: “Estad alerta, que no ha nacido el Hijo de Dios vivo todavía. Ha dado a luz una mujer, pero no es la Madre de Dios, porque ha nacido en un pesebre, entre pajas. Y si Dios es Creador y rico, no permitirá que nazca su Hijo en un pesebre. Estad preparados, porque el tiempo ha llegado de que nazca ese Mesías. He hablado con Herodes. ¡Ay, qué risa! Herodes cree que es el Hijo de esa doncella, que es el Mesías; con esa pobreza no puede nacer ese Mesías. Hay que seguir buscando, buscando en ricos palacios, porque el Rey del Cielo nacerá en un palacio. ¡Estad preparados!”. ¡Qué
horror! ¡Ay! Todos se ponen en fila y salen de esa caverna. ¡Ay!,
se esparcen por todos sitios. ¡Ay! ¡Ay, qué horror!
¡Ay...!
LA VIRGEN: Hija mía, adorad a Cristo. Adoradle, porque adorando y meditando, y siendo humildes, hijos míos, Satanás no podrá arrimarse. No pensaba Satanás que Dios, Redentor del mundo, podría nacer en una cueva. Fue tan grande la humildad de nuestros Corazones, que quisimos dar ejemplo a la Humanidad. Sí, hija mía; por eso te pido que seas humilde, muy humilde, pues con la humildad no podrá Lucifer arrimarse. Has visto las maravillas más grandes de Dios Creador, hija mía... Lo mismo que los ángeles fueron a evangelizar el Nacimiento, os pido, hijos míos, que vayáis a evangelizar el Evangelio por todos los rincones de la Tierra. Hijos míos, humildad pido, humildad; sed humildes, muy humildes. Besa el suelo, hija mía, para que seas humilde... Satanás no podrá con la humildad. Lucifer puede con los soberbios, pero con los humildes no puede, hija mía. No os abandonéis en la oración ni en el sacrificio, hijos míos. Y tú, hija mía, refúgiate en nuestros Corazones. Refúgiate en esta Familia; esta Familia, hija mía, es Sagrada... Siempre piensa, hija mía, en la pobreza en el Pesebre y en la humildad en la Cruz. Te revelaré un secreto, hija mía, de tu infancia. Sólo tú podrás comprenderlo... (Habla en un idioma desconocido). Mira si imitabas a Jesús sin conocerle, hija mía, naciendo... ya sabes; no te avergüences, hija mía. ¡Bienaventurados los pobres, hija mía, porque de ellos es el Reino de los Cielos! Esta bendición también será especial, hija mía. Os bendeciré a todos con una bendición especial. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Así en la grabación;
se repite: “...el Rey, el Salvador”.
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30 décembre 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, ces Fêtes
sont très importantes et Je ne puis vous laisser sans bénédiction.
MENSAJE DEL DÍA 30 DE DICIEMBRE
DE 1984
LA VIRGEN: Hija mía, son unas fiestas muy importantes y no os puedo dejar de bendecir. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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31 décembre 1984
La Vierge révèle à
saint Joseph que son fils mourra crucifié.
La Sainte Vierge: Voici Votre Mère,
Mes enfants; Je viens comme Mère et amie. Confiez-vous à
Mon Cœur. Comme Mère, car Je suis Votre Mère, M~ enfants;
c'est pourquoi je continue à vous donner des avertissements.
Ils arrivent à l'endroit où
se trouve la Vierge. La Vierge se tient sur le seuil. Elle baise leurs
mains et les invite à entrer. Ils pénètrent à
l'intérieur en regardant partout. Celui qui est en arrière
dit à celui qui est devant: "Quelle pauvreté chez cette femme!
Ici on ne va pas pouvoir faire la circoncision. Ce lieu est très
pauvre."
La Vierge demande que l'on ne fasse pas
trop de mal à Son Fils ! La Vierge prend une serviette qu'Elle porte
à la ceinture et place un récipient en-dessous. Trois gouttes
de sang tombent. Elle prend l'Enfant, Lui met la serviette, Le caresse
et dit : "Mon Bien, Mon bien aimé! Tu commences déjà
à sbuffrir."
MENSAJE DEL DÍA 31 DE DICIEMBRE
DE 1984
LA VIRGEN: Aquí está vuestra Madre, hijos míos, como Madre y como amiga. Confiaos a mi Corazón. Como Madre, porque soy vuestra Madre, hijos míos; por eso os sigo avisando. Vas a ver, hija
mía, otra escena de la vida de Jesús, hija mía. Cuenta
lo que ves.
LUZ AMPARO: Está el Niño en el Portal; ¡ay!, en esa cueva. Sigue ahí. Está san José y la Virgen, su Madre. Coge al Niño la Virgen; le dice: “Rey mío, Rey de Cielo y Tierra, lucero de mis entrañas, amor del Padre, amor del Hijo y amor del Espíritu Santo. Dios Eterno, que has dado la hermosura a este Niño, primogénito tuyo y mío, Rey”. La Virgen le acaricia, y le dice a José: “José, no te he querido revelar un secreto hasta que Dios Padre no me lo comunicase. Ha llegado el momento de comunicártelo. ¿Sabes que nuestro Hijo, tuyo adoptivo y mío natural, tiene que ser circuncidado...?”. ¿Qué es eso? ¡Ay!, circuncidado, ¡ah! José pone la cara muy... —¡huy!—, como si no lo entendiera. La Virgen le dice: “Tenemos que obedecer a las leyes de Moisés, es la ley de que todos los niños sean circuncidados, y nuestro Hijo tiene que hacerlo también. ¡Qué dolor siento, José, en mi Corazón!, porque pronto empieza a derramar la Sangre por la Humanidad. Es inocente. No tiene pecado como todos los que van a circuncidarse, pero hay que hacerlo. Tenemos que dar ejemplo, José”. ¡Ay!, san José mira al cielo y dice: “Que se haga tu voluntad, Dios Sabio, Dios Omnipotente y Dios Creador”. La Virgen coge al Niño, le acaricia y le dice: “Hijo de mi alma, tienes que ser circuncidado, hijo mío. Hay que dar ejemplo al ser humano”. El Niño responde: “Madre amada mía, yo he venido a sufrir”. ¡Ay, cómo habla ese Niño! Acaricia la Virgen al Niño. Lo tiene en sus brazos. ¡Ay, qué hermosura! ¡Ay, qué grande eres! ¡No hay otra cosa más bonita que Tú! ¡Ay, Madre mía! ¡Ay, qué hermosura! ¡Ay! Habla la Virgen a san José y le dice: “José, vete y llama al sacerdote; que venga aquí a la cueva, para que haga el sacramento[1]. No quiero sacar al Niño, para que no se enfríe. Vete y avísale”. ¡Ay!, va san José, se mete en un sitio, en una sala muy grande. Hay un hombre vestido con una cosa colorada. Habla con él. ¿Quién es ese hombre? ¡Ah!... “Sumo Sacerdote —le dice José—, mi esposa quiere que vayáis a casa a circuncidar a mi Hijo”. Coge ese señor, el que le ha dicho que era el Sumo Sacerdote, llama a otros dos y se van con José. Llegan a donde está la Virgen —¡ay!—. La Virgen sale a la entrada. Besa sus manos. Les dice que pasen. Pasan dentro mirando a todas las partes. El de atrás le dice al de delante: “¡Qué pobreza tiene esta mujer! Aquí no se va a poder hacer la circuncisión. Está muy pobre este lugar”. Llegan los tres dentro. La Virgen le dice a Dios Padre, se arrodilla y le pide que no sea su Hijo circuncidado, que si Ella puede pasar otro dolor por ése... Oye la voz del Padre que le dice: “María, cuando tu Hijo nació, te dije que le amamantaras, que le alimentaras, y le hablaras hasta que yo viniese a por Él. Esta es otra prueba, María, es un sacramento[2]”. La Virgen se coge el pecho y se agacha con la cabeza en el suelo, y dice: “Hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo”. Habla la Virgen con el sacerdote y le dice: “¡Por favor!, que el cuchillo sea lo más suave posible. Que no se haga mucho daño al Infante”. La Virgen dice mirando al cielo: “¡Ay, leyes santas, cuánto dolor causáis a mi Corazón! ¡Que mi Hijo inocente tenga que pagar como un pecador!”. Dicen a la Virgen que no entre. No la dejan entrar. Cogen al Niño, pero la Virgen se arrodilla y les pide que le dejen, que la dejen estar con su Hijo hasta el último momento de la circuncisión. Ésos no le dejan... Sale el que hay atrás y la llama. Le da el Niño al otro. ¡Ay, que sí que la dejan! ¡Ay!, pasa la Virgen a una habitación de la cueva, muy pequeñita. Hay como un altar con un paño blanco, dos velas... ¡Ay! La Virgen quita la ropa al Niño, ¡cómo le quita la ropa! ¡Ay, qué Niño más rico! ¡Ay! ¡Ay!, pero, ¿qué le van a hacer con ese cuchillo? La Virgen pide: “¡Que no le hagan mucho daño a mi Hijo!”. ¡Ay!, coge la Virgen una toalla que lleva a la cintura, ¡ay!... Y pone un cacharrito debajo. Caen tres gotas de sangre. Coge al Niño, ¡ay...!, le pone la toalla, le acaricia y le dice: “¡Bien mío! ¡Amado mío!, ya empiezas a sufrir”. ¡Ay, cómo llora el Niño! No llores, amor mío. ¡Ay, qué pena! ¡Pobrecito! Pero, ¿cómo le pueden hacer eso? ¡Ay! ¡Ay, Madre mía! ¡Ay, ay, pobrecito, que no llore! ¡Ay...! Hay muchos ángeles, ¡huy, cuántos ángeles! ¡Muchos, muchos! ¿Cuántos son? ¡Huy, no se pueden contar! ¡Ay! Dime cuántos hay. Ponme un número. ¡Ay! Doce mil. ¡Ay, cuántos! ¡Ay, cómo cantan! Les dice la Virgen que canten para consolar al Niño. ¡Cómo cantan! ¡Ay, qué hermosura!, ¡ay, qué hermosura!, ¡ay, qué hermosura! La Virgen no deja
al Niño. Lo tiene en brazos. Llora mucho la Virgen... Aprende a
sufrir.
LA VIRGEN: Otro día,
hija mía, verás otra escena de la vida de Cristo.
LUZ AMPARO: ¡Pobrecito!
LA VIRGEN: Ahora, os voy a bendecir todos los objetos. Levantad todos los objetos... Todos han sido bendecidos. Os voy a dar mi santa bendición: os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Tomada aquí la palabra en su tercera acepción castellana, que significa “misterio, cosa arcana”. [2] Ibíd. nota anterior.
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